Me sorprende la alarma social que provoca lo relativo la Inteligencia Artificial (IA), la transformación que generará en las empresas y en la metamorfosis en la definición del puesto de trabajo. Esto representa mucho más que un gran cambio, porque esta tecnología cuestiona las bases de la supremacía intelectual del ser humano en el trabajo. Para añadir más tensión, hay quién da un paso más allá, anticipando la singularidad tecnológica donde esta tecnología, en sus diferentes formas tomará conciencia de sí mismas para automejorarse exponencialmente, hasta la creación de una inteligencia que sería muy superior al control y la capacidad intelectual humana. Tal y como lo pintan, este parece un escenario pre-apocalíptico. De igual modo algunos profesionales del miedo, autoproclamados “gurús tecnológicos” hablan de cómo perderemos nuestro supuesto de trabajo ya que una inteligencia artificial nos sustituirá pronto. Para esta gente es siempre más fácil hablar de los peligros del cambio, en lugar de afrontarlos.
Este debate ha llegado tan lejos que incluso muchos plantean que esta tecnología pague impuestos una interesante reflexión, que a mi juicio deja de lado cuestiones esenciales que necesitan de una solución previa e inmediata.
Porque a mi juicio la Inteligencia Artificial no te quitará el puesto de trabajo, lo hará la cultura corporativa.
Hagamos una reflexión. Una empresa multinacional, por definición es una compañía que coordina a miles de trabajadores con un mismo fin. Coordinación significa, organizar y dentro de esto, la definición de puestos de trabajo, delimitación de sus responsabilidades y objetivos de cada uno de ellos es clave. Para que toda esta inmensa labor de coordinación sea más eficiente, es muy importante la optimización de procesos. Es fácil de entender: para un proyecto complejo, (pongamos cómo ejemplo construir un vehículo) la manera más eficiente de realizarla es fraccionar dicho trabajo en millones de subtareas que a su vez interactúen entre sí de manera lineal y paralela para que finalmente el vehículo se construya a través de una cadena de montaje. Para esto se configuran equipos financieros, diseño, producción, compras, ventas, marketing y un sin fin de departamentos, responsabilidades, funciones y puestos de trabajos gestionados de manera piramidal.
Este tipo de organización que todos conocemos, no es muy diferente a la que había en la primera revolución industrial, solo que ahora es mucho más sofisticada, más grande y compleja.
Un sistema de trabajo definido por Frederick W. Taylor expuesto en la obra Principles of Scientific Management (1911) y que posteriormente fue conocido como “Taylorismo”.
Su método hace referencia a la división de las distintas tareas del proceso de producción, con el fin de aumentar la productividad y evitar el control que el obrero podía tener en los tiempos y técnicas de producción. ¿Os suena de algo?
Es increíble pensar que unos procesos de gestión ideados a principios del siglo pasado sigan vigentes en el siglo XXI. Gran parte de las culturas corporativas, a pesar de tener grandes valores que aportar al mundo, en su gestión diaria, siguen los mismos principios de Taylor. Dicho de otro modo, optimizar sus procesos de trabajo pasa por encima del talento de sus trabajadores. Y es precisamente esto lo que hará perder el trabajo a millones de personas en todo el mundo.
Si el departamento de una empresa, está definido hasta el punto donde se describen las posiciones, las responsabilidades, los procesos y los objetivos de los mismos, es por definición un departamento susceptible de subcontratación. Es decir, siempre habrá quien lo haga del mismo modo descritos un precio más bajo. Ojo, que he dicho “quien lo haga del mismo modo”, no mejor. Está es la gran diferencia. Limitar las capacidades de las personas que trabajan en una empresa es un error que pagaran los propios empleados, ya que, al limitar sus capacidades a unas tareas concretas, hace que dichas tareas las pueda realizar una IA, mucho más rápido, más barato y con menor margen de error.
Son las culturas corporativas Tayloristas las que facilitan la entrada de la IA. Algo muy fácil de entender y justificar cuando hablamos en el ámbito de la manufactura, pero que nos cuesta entender cuando hablamos de los trabajadores de cuello blanco.
Vivimos en la era de la información, donde casi todo está disponible a golpe de click. Lo que antes era un plus, hoy es un commodity. No es el acceso y manejo de información lo que nos hace valiosos, si no cómo la interpretemos, recombinemos y ofrezcamos al mundo, lo que aporta valor. Si nos limitamos a hacer lo que se nos dice, dentro de una cultura de trabajo que limita el 90% de nuestras capacidades como seres humanos, lo más probable es que nuestro puesto desaparezca en favor de una IA.
Son la creatividad, la responsabilidad y la iniciativa las bases culturales que las empresas tienen que fomentar. No es una cuestión de productividad, ya que, impulsando la creatividad colectiva, se llegan acotas de innovación y valor mucho más altas. No es una cuestión de optimización, ya que la responsabilidad individual y el emprendimiento colectivo dentro de una empresa, hace que tenga un compromiso mucho mayor con los procesos y sus resultados. Tampoco es una cuestión de costes ya que impulsar las iniciativas internas de las empresas han demostrado ser una vía más que rentable. Es una cuestión de supervivencia. Las empresas que mantengan una cultura del siglo pasado, no serán competitivas en el siglo XXI.
Por eso antes de tener miedo a una tecnología que sin duda aportará mucho y muy bueno, tenemos que plantearnos cual es nuestro papel actual en el mercado de trabajo. Si lo que hacemos aporta algún valor o es una pura gestión. Si nuestra empresa solo se limita a producir o por lo contrario aporta algo. Ambas cosas empiezan y acaban por lo que hace que las empresas sean empresas: el valor de las personas y este no se puede limitar a seguir instrucciones. Todos podemos crear, proponer y mejorar de manera constante lo que hacemos. Este es el verdadero valor de la cultura corporativa, el impulsar la capacidad individual de las personas, para aportar un mayor valor común.
Así que, si buscas un antídoto contra la amenaza de la IA, no busques un trabajo, antes busca una empresa con una buena cultura corporativa.
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