Los nuevos modelos de trabajo, la necesidad de constante adaptación y la movilidad, junto con el desarrollo de las nuevas tecnologías han obligado a los espacios de trabajo a evolucionar para adaptarse a una realidad que hace poco se nos antojaba inimaginable. Hoy en día las empresas demandan situar a sus profesionales en el centro y ofrecerles la flexibilidad y los recursos necesarios para que desempeñen su función de manera eficiente. La interacción entre profesionales, la comunicación y la creatividad colaborativa se han abierto camino poniendo en serios aprietos a las oficinas tradicionales, cuyo planteamiento no ha sabido adaptarse a esta nueva era a la que sí dan respuesta los espacios flexibles o workspaces.
Muchos creen que la aparición, cada vez mayor, de estos nuevos espacios de trabajo es un boom que acabará por desaparecer. Sin embargo, nos encontramos ante un firme cambio social que se inició en el mercado anglosajón y que ha llegado a España para quedarse. Solo hay que fijarse en las cifras de crecimiento: En Londres, la capital de los workspaces por antonomasia, el 8% de las oficinas son ya espacios flexibles. Pero es más, del total de oficinas que se alquiló el año pasado en la capital británica, el 21% fueron espacios flexibles. Se trata de una tendencia que también está llegando a España, pues en Barcelona y Madrid alcanzamos todavía cuotas más modestas del 2,2% y el 1,6% respectivamente. Sin embargo, el dato pone de manifiesto el amplio margen de crecimiento que veremos en los próximos años.
¿El motivo? Con estos nuevos espacios de trabajo hemos dado un salto cualitativo pasando de centrarnos en la comercialización del ladrillo, como hacían las oficinas tradicionales en las que se vendía o alquilaba un edificio y el resto corría a cargo de la empresa que lo compraba o arrendaba; a reinventarnos en la prestación de servicios. En este modelo las empresas no tienen más que sentarse a desarrollar su negocio, olvidándose de todo lo demás. Es decir, los centros de trabajo han dejado de ser un pasivo fijo, para convertirse en un coste variable en función de cada momento específico del negocio.
Pero, ¿cómo es la oferta de este tipo de espacios? ¿Son todos iguales y cumplen las mismas funciones? En España, hemos englobado a los espacio flexibles bajo el concepto erróneo de coworking.
Esta nomenclatura delimita mucho la amplia variedad de espacios existentes y los públicos a los que van dirigidos los espacios flexibles de trabajo. Cuando hablamos de coworking nos referimos a una tipología de espacios, normalmente dirigidos a startups o autónomos, donde priman los espacios abiertos y no existen despachos. Aquí la cultura de garaje hace que diferentes profesionales de diferentes sectores interactúen fomentando el networking y el intercambio de servicios.
Sin embargo, los espacios de trabajo flexibles representan un tipo de oficina que va mucho más allá de los centros para ‘startaperos’. En este negocio se da una respuesta completamente personalizada para las necesidades de pymes o grandes compañías cotizadas.
De hecho, el principal foco de negocio de los actores clave de este mercado en España es la oferta de despachos flexibles independientes, adaptados a las necesidades cambiantes de las empresas. En ellos, las compañías cuentan con la intimidad y privacidad necesaria para concentrarse en el desarrollo de su negocio, con la ventaja de contar con espacios comunes que sirvan de nexo en los momentos de distensión de sus empleados. Una estructura que concentra las ventajas de los espacios abiertos, como el networking, con las de los despachos, en los que la concentración, la privacidad o la sensación de pertenencia son algunas de las piezas clave.
A todo ello hay que sumar las ‘facilities’ compartidas, como las recepciones presenciales o virtuales, las salas para reuniones o formaciones, servicios IT para las telecomunicaciones de primera categoría y, en definitiva, todo lo relativo en dejar en manos de expertos un coste fijo que suele desviar la atención del verdadero foco de sus negocios a muchos directivos.
En conclusión, los espacios flexibles de trabajo son muchos, variados y han llegado para quedarse como parte de un movimiento que parte de la sociedad y al que el tejido empresarial está empezando a adaptarse. Ante esto, aún nos queda mucho por aprender de nuestros vecinos británicos para lograr el impulso de un mercado donde en España aún no ha calado el potencial que tiene como parte nuevo sector del mercado de oficinas y los beneficios que aporta al 100% de la plantillas.
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