Los certificados de profesionalidad acaban de cumplir una década desde que fueron regulados por el Real Decreto 34/2008 de 18 de enero. La exigencia de contar con un certificado que acredite la competencia a la hora de ejercer un trabajo –incluso en aquellos oficios para los que nunca se ha solicitado una titulación- fue un gran paso para el mundo empresarial. Este tipo de titulaciones ha abierto la puerta a la mejora curricular de los empleados, al aumento de calidad de la oferta formativa y, en definitiva, a un incremento de la profesionalidad de los trabajadores que se refleja en una mayor competitividad empresariales. En el mundo laboral este último punto es crucial. En muchos sectores técnicos, como el nuestro de las instalaciones frigoríficas, el intrusismo profesional es elevado y tiene consecuencias graves que atañen a la seguridad de las instalaciones, a la merma de su eficiencia y a la capacidad de las empresas para competir en mercados cada vez más exigentes.
La mejora de la formación de nuestros técnicos es fundamental para asumir el cambio tecnológico en que el mundo de la empresa, concretamente del sector del frío, está inmerso. La falta de profesionalidad –como hemos visto, muy ligada al intrusismo- frena la puesta en marcha de las nuevas tecnologías y esto supone un lastre a la inversión, a la innovación y a la sostenibilidad medioambiental.
Desde el mundo empresarial, tenemos la tarea de exigir titulaciones profesionales a nuestros empleados y también la responsabilidad de garantizarles una formación continua que garantice que los mismos están preparados e incluso puedan liderar el cambio tecnológico.
También nosotros, pero especialmente las escuelas profesionales, deben multiplicar los esfuerzos para atraer talento hacia las profesiones técnicas. Administraciones, sistema educativo y empresas debemos hacer un esfuerzo mayor para promocionar la formación profesional como lo que es, una opción con grandes oportunidades de trabajo y de desarrollo tanto profesional como personal.
En el sector del frío, las nuevas tecnologías abren un sinfín de nuevas oportunidades y, aunque la formación ha sido siempre un valor imprescindible, ahora lo es más que nunca. El crecimiento económico y la defensa de la sostenibilidad medioambiental, apoyados ambos en los avances técnicos, suponen grandes oportunidades siempre que seamos capaces de evitar las malas prácticas y de fomentar la excelencia. Esto solo lo podemos lograr con unas plantillas conscientes de los nuevos retos, entusiasmados con los mismos y formados para asumirlos.
En un momento en que el empleo juvenil es uno de los mayores problemas de España, tenemos el reto de conseguir una mayor difusión entre los jóvenes de las ventajas que ofrecen las profesiones técnicas. Al mismo tiempo, necesitamos expertos desde las primeras etapas de la educación que sean capaces de detectar el talento y la vocación y de presentar a los jóvenes la formación profesional como una opción vital interesante y valorada por la empresa y por la sociedad en su conjunto.
Una de las grandes preocupaciones que nos transmiten nuestras empresas tiene que ver con la dificultad de encontrar técnicos bien formados en frío. Si bien el empresario debe contribuir a la tarea de la educación profesional a largo plazo, el coste de asumir la formación de trabajadores desde las mismas bases de la profesión es ingente. Este hecho incide de manera radical en la competitividad de las empresas, sobre todo en comparación con otros países de nuestro entorno cuyas estructuras de formación profesional están muy desarrolladas y reconocidas.
El tejido empresarial de un país es su garantía de desarrollo y prosperidad. Si consideramos a los empleados como el mayor activo de nuestros negocios, las administraciones no deben escatimar esfuerzos en el desarrollo de una formación profesional de calidad y de utilidad para sus empresas. Ni la inversión, ni la investigación tendrán sentido sin buenos profesionales capaces de poner en marcha los sistemas del futuro. Por lo tanto, ellos son una de nuestras máximas prioridades.
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