Se acabó la época de repetir siempre lo mismo, ya no sirve repetir proyectos, no sirve repetir respuestas… Es cuestión de ser capaces de adaptarnos, de anticipar qué necesita nuestro cliente, de trabajar diferente y de resolver problemas nuevos.
Tras un día de trabajo en una organización que apuesta por un proceso de transformación, que ha pasado a cambiar el entorno de trabajo de toda la organización a “open space”, con oficinas diáfanas, sin despachos cerrados ni cubículos, para potenciar el trabajo colaborativo, con un plan de atención a sus personas muy ambicioso, con un fuerte convencimiento en sus políticas de Responsabilidad Corporativa, con una inversión muy importante en formación y que consigue crecimientos en su volumen de negocio que supera el 15% año tras año, la realidad nos demuestra que la capacidad de cambio es imprescindible.
Predecir el futuro
Hacer predicciones es cada vez más difícil. Que un proyecto funcione muy bien hoy no es garantía de que siga haciéndolo mañana. Y eso equivale a decir que la innovación debe entrar a formar parte en nuestro día a día, necesitamos innovar y, por tanto, aparece la necesidad de aprender a hacerlo.
El premio Nobel Joseph Stiglitz así lo señala en su libro ‘Creating a learning society’: «El desarrollo –señala– exige aprender a aprender. (…) Crear una dinámica sociedad del aprendizaje tiene muchas dimensiones: los individuos tienen que tener la actitud y la habilidades para aprender, y tiene que haber alguna motivación para hacerlo».
Friedman y Mandelbaum afirman que: «Mirando al futuro, estamos convencidos de que el mundo estará cada vez más dividido entre países que tengan, alienten y ayuden a la imaginación y a potenciar los atributos de su pueblo, y aquellos que tengan poca innovación, la supriman o simplemente no puedan contribuir a desarrollar en su gente la capacidad de crear, la habilidad de generar nuevas ideas, la posibilidad de poner en marcha nuevas industrias y de potenciar los atributos de su gente».
El mundo necesita innovación. Y, al pensar en innovación, solemos pensar en tecnología, en nuevos desarrollos, en nuevos productos… cuando la realidad nos demuestra que la innovación tiene más que ver con las personas y con la forma en que miran el mundo.
La realidad nos demuestra que la innovación, hoy, está más impulsada por la creatividad de las personas que por la investigación científica realizada en un laboratorio. Las innovaciones que más impacto han tenido en los últimos tiempos han sido las de productos como el iPhone o servicios como Airbnb, que no suponen inventar un nuevo producto, ni requieren de nuevas tecnologías, sino que suponen un modo distinto de hacer las cosas. Por ello, la innovación está en manos de todos, no solo de científicos, técnicos o investigadores.
Aprender a innovar
¿Se puede aprender a innovar? Si el futuro necesita a personas innovadoras, es evidente que se deberán formar innovadores. Y, en este ámbito, distintos expertos han realizado sus aportaciones.
Dyer, Gregersen y Christensen señalan que el espíritu emprendedor en innovación no es una predisposición genética, sino un esfuerzo proactivo, en el que los emprendedores deben actuar constantemente de manera diferente para poder pensar de forma diferente.
Teresa Amabile, profesora en Harvard Business School, ofrece un marco de desarrollo de la creatividad y la innovación como resultado del desarrollo de la interrelación de tres elementos:
- Conocimientos técnicos
- Habilidades de pensamiento creativo, que son las que permiten hacer las preguntas correctas, observar, sentir empatía, colaborar y experimentar
- Motivación
Y es que la innovación no está en las herramientas. La innovación está en las personas. La innovación es humana, primero surge la idea, el planteamiento, tras la cual vendrá el desarrollo tecnológico necesario.
Todos los profesionales necesitamos innovar en nuestro trabajo, con independencia del sector en que estemos, del tipo de trabajo que hagamos o de cómo sea nuestra organización. Necesitamos encontrar nuevas fórmulas, dejar de hacer lo que ya no sirve, detectar nuevas oportunidades, entender mejor las necesidades de nuestros clientes y repensar lo que hacemos.
Innovar es complicado. Sin embargo, puede ser más fácil si conocemos las metodologías adecuadas para hacerlo y trabajamos en un entorno que favorece la innovación. Conocer y aplicar metodologías de innovación es un primer paso que nos ayuda en el difícil proceso de innovar.
Las metodologías de innovación existen y, con una práctica correcta adecuada ofrecen resultados. Las metodologías no son garantía de conseguir el resultado deseado, pero elevan las probabilidades de conseguirlo.
La innovación es acción con método. Por ello, los resultados obtenidos por las organizaciones que apuestan por proyectos de transformación y por invertir en formación en innovación son asombrosos. Apostar por ello requiere coraje, porque existen muchas reticencias al cambio y no todo el mundo se adapta. Ya lo he escrito en anteriores ocasiones: el cambio duele, pero el no cambio mata.
En un mundo en constante cambio, la capacidad de innovación es una cuestión de supervivencia.
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