La “resiliencia” es una habilidad muy tenida en cuenta en el mundo corporativo del nuevo milenio. Se trata de la capacidad de enfrentar y superar una dificultad, una situación límite que puede ser traumática, dolorosa…
Ante una circunstancia adversa, hay un primer momento en el que la persona siente desconsuelo, que llegó a un límite que no puede superar, que no tiene fuerza ni voluntad de seguir adelante. Hay un instante en el que “toca fondo” (como se dice coloquialmente). Sin embargo, de repente surge una fuerza especial –que la persona creía que ya no tenía- que la hace ponerse de pie y seguir adelante. Esto ya no es solo superar una crisis sino adquirir una fortaleza especial para afrontar lo que venga.
La resiliencia no es innata, no se hereda, se trata de una capacidad que todos pueden desarrollar. En Ingeniería, resiliencia es la capacidad que tiene un material de recuperar su forma, a pesar de fuerzas externas que quieran deformarlo (y hasta romperlo). Y este concepto se puede aplicar a lo que sucede con las personas.
En los ambientes laborales surgen dificultades permanentemente. Las organizaciones necesitan personas que no se asusten ante esas adversidades, que puedan ser lo suficientemente creativas como para sortear la dificultad y “reconstituirse” –incluso hasta con mejor posicionamiento que el anterior.
Una persona resiliente cuenta con ciertas características fundamentales:
- Actitud positiva. Aun ante la peor situación, la persona resiliente tendrá optimismo, buscará la forma de sortear la dificultad y salir adelante. Y esta actitud se contagia. Se trata de personas que también pueden entusiasmar a los demás y contribuir a restablecer un buen clima laboral.
- Flexibilidad y creatividad. La persona resiliente puede salir de sus esquemas (prejuicios, determinada forma de ver o encarar situaciones), ponerse desde otro lado y mirar la escena con otra perspectiva. De esta forma, puede ver caminos que hasta el momento no percibía, descubrir nuevas posibilidades, generar ideas novedosas y aplicar conocimientos desde una nueva perspectiva. Esto la ayuda a salir del problema, a afrontarlo con éxito. Lo que comúnmente se conoce como “pensar fuera de la caja”.
- Autonomía. Obrar según el propio criterio, independientemente de la opinión de los otros. Esto en momentos de dificultades es una ventaja, ya que generalmente, en un clima pesimista, la gente tiende a paralizarse y no reaccionar. La autonomía supone flexibilidad y agilidad de respuesta, muy requeridas ante una situación límite. La persona autónoma vislumbra un camino y comienza a andarlo, mostrando a los demás que puede ser una salida (optimismo, entusiasmo). La autonomía va de la mano de la “motivación”, muy relacionada con el concepto de “empowerment” (empoderamiento).
- Resolución de problemas. Esto se relaciona con los conceptos anteriores. Quien tiene actitud positiva, flexibilidad, creatividad y autonomía, no tiene miedo de afrontar una adversidad, al contrario, lo hace con optimismo, con la idea de que saldrá triunfante. Si existe “engagement”, verdadero compromiso con su trabajo y con la organización, la persona resiliente será líder en la superación de una crisis.
- Habilidades sociales. Se trata de una persona que establece empatía con su entorno, jefes, compañeros y personas a cargo. Sabe entender y responde ante las necesidades del otro; comprende qué lo motiva, qué lo asusta; tiene la habilidad de conectarse con el otro, de comunicarse sinceramente, de confiar y que confíen en ella. Y esto surge de la coherencia entre el decir y el hacer; es algo que el entorno observa, y así determina si es una persona confiable o no.
- Proyecto de futuro. La persona resiliente quiere sobreponerse a la dificultad y “renacer”, volver a vivir desde otra óptica (“out of the box”/”fuera de la caja”, de la zona –que hasta ese momento era- de confort).
Para las organizaciones es muy importante que quienes tienen gente a cargo tengan capacidad de resiliencia, que ante una dificultad tengan la habilidad de “pensar fuera de la caja” para ver la escena desde otro lado, que sean optimistas y tengan “engagement” con lo que están haciendo, para poder contagiar esa “fuerza” a su equipo y sobreponerse para seguir adelante –quizás- de otra manera, encarando la tarea de una forma diferente, nueva, motivando a la gente -que bien conoce- desde diferentes puntos de vista.
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