Cuando la tecnología empezó a abrirse paso en la sociedad, nadie pensó en lo que esta revolución supondría a muchos niveles. La digitalización ha cambiado ahora el proceso de la comunicación, de la información, e incluso del entretenimiento, y ha establecido una separación generacional entre aquellos que han crecido con este paradigma tecnológico y los que se han visto obligados a actualizarse y adaptarse al ecosistema digital.
Aunque esta revolución es cierta, no debemos quedarnos sólo con esta faceta; hay muchas más que impactan definitivamente en las empresas. Hoy en día el 50% de la fuerza laboral son personas nacidas entre 1982 y 1992, los llamados “millennials”, con edades comprendidas entre 29 y 36 años.
Aunque dentro de este rango hay grandes diferencias, por ejemplo, el impacto de la crisis del 2008, lo cierto es que comparten ser nativos digitales, una gran formación de base y una visión muy crítica del status quo o la forma en que se gestionan las empresas de 40 años o más, habitualmente por personas de las generaciones anteriores como los Gen-X o babyboomers. Los valores predominantes en esta nueva generación millennial (y los que siguen Gen-Z) ya no son exclusivamente transaccionales ‒un salario a cambio de unas horas de trabajo‒ sino que demandan participar en los proyectos, tener un propósito que encaje con sus valores de vida y, a la vez, poder desarrollarse como personas y profesionales.
En este sentido cobra especial relevancia la conciliación entre la vida personal y la profesional, la flexibilidad, la posibilidad de acometer proyectos nuevos, crecer con ellos y tener un impacto en la sociedad. Además, exigen un cambio en la forma de relacionarse con el management que les permita trabajar en un entorno más dinámico, cercano y en el que se sientan valorados. En definitiva, la irrupción de la generación millennial, así como la Generación Z, está provocando un cambio en la manera de gestionar las empresas, especialmente en lo que se refiere a los paradigmas de recursos humanos, y los valores y principios que los sustentan. Las empresas deben plantearse unos nuevos valores que las hagan más atractivas a ojos de las nuevas generaciones. Si bien es un tema difícil, ya que no hay dos personas iguales, podemos apuntar una serie de factores que son claves: transparencia, participación, responsabilidad social y ambiental, creatividad, informalidad, sentido del propósito, flexibilidad o vida saludable.
¿Y cuáles son los retos que se plantean las organizaciones? El primero de ellos es disponer de una cultura de empresa, valores y principios que sean inclusivos de todas las generaciones que conviven hoy en día en una organización –desde babyboomers hasta Generación Z–. Hay valores comunes que deben ser la base de esta intergeneracionalidad para que podamos obtener la mejor versión de todas y cada una de las personas. Otro desafío, no menos importante, que surge a partir del anterior, es un cambio en la forma de dirección, especialmente en lo referido a la participación y relación.
Cada vez van a pesar menos las decisiones impuestas para fomentarse más las decisiones participadas e incluso delegadas. A la vez, debe potenciarse la transversalidad en todos los ámbitos de la empresa: se han terminado los silos o los departamentos opacos o incluso “los reinos de taifas”. Estos retos impactan directamente en la manera en la que se entienden los recursos humanos, impulsando un nuevo paradigma. Por ejemplo, ya no habrá evaluación anual, la evaluación es continua al instaurarse una cultura del feedback. Tampoco habrá promociones ‒al menos como las que entendemos hoy en día‒, sino que habrá proyectos y personas que quieran liderarlos por afinidad o por propósito. Se potenciará el “estudio del clima” en base a otros factores como la transparencia, la flexibilidad, la participación, la vida saludable, la conciliación, etc. El desarrollo profesional no se quedará en un plan de formación, sino que deberá ser a medida y potenciando las soft skills.
Y, por supuesto, no hablaremos de reclutar ni captar talento. En su lugar, deberemos ser empresas y organizaciones atractivas para esas personas que están hoy decidiendo y seleccionando cómo invierten su tiempo y en qué proyecto quieren participar. Los millennials siguen siendo un desafío para el mundo laboral, pero son sólo la punta del iceberg. Crear un entorno atractivo, romper viejos esquemas mentales que nos han servido hasta ahora pero que no nos podrán llevar más allá, y empoderarles para que nos ayuden a transformar las empresas, son la clave y el punto fundamental para el futuro de cualquier empresa y organización.
Cargando ...
Los comentarios están cerrados.