La cultura china convive con el culto al líder desde hace siglos. La historia reciente, tras la fundación de la Republica Popular China, continuó con la tradición. Ahora, tras un periodo mas borroso, en el que la figura de un líder se diluyó tras estructuras de Partido, resurge con Xi Jinping, que restaura el enfoque personal del líder tradicional.
En la política, como en las relaciones empresariales, el pueblo chino busca identificar en el otro lado de la mesa al líder de la otra parte. Es importante transmitirles claramente quien ostenta esta figura, o se perderá su respeto. El concepto occidental de liderazgo compartido, o subordinado a estructuras societarias o supranacionales en su caso, les distrae y puede perjudicar gravemente a las relaciones con ellos.
Basta con ver, como ha funcionado recientemente el desafío lanzado por Donald Trump en lo que se refiere a la imposición de aranceles a China y a la Unión Europea. El anterior Presidente de EEUU Obama, escondió su desafío a China tras un pacto supranacional Asia-Pacifico, que englobó a casi todos los países de la zona menos a China. Donald Trump se fue de ese pacto a las pocas semanas de tomar posesión. Fue una decisión personal, que mostró a China que iba a haber un líder en la primera economía del mundo.
Un año después, y tras varias amenazas, Donal Trump anunció la imposición de aranceles a las importaciones de varios productos de China y de la Unión Europea, acero, aluminio y coches alemanes entre otros. Para que todo no fuera economía, lo adorno con otras decisiones unilaterales de fuerte repercusión, como el fin del tratado con Irán, la embajada en Jerusalén y otros temas controvertidos. En fin, un fuerte derroche de liderazgo.
El Gobierno y el Pueblo Chino, ya tiene claramente identificado a un líder, Donald Trump, que casualmente preside la primera economía mundial. Ellos son la segunda. ¿Y que pasa con la tercera, recientemente superada por China, el bloque de la Unión Europea de 19 países?
Cualquiera hubiera dicho que China y Europa harían frente común contra los EEUU. Ambas parte afrontan la misma amenaza comercial y defienden políticamente el Acuerdo con Irán y el desacuerdo con la embajada de Jerusalén. El Gobierno chino miró a Europa y no encontró interlocutor. Macron trataba de convencer en solitario a Trump, y Angela Merkel luchaba por formar Gobierno en su país, mientras los burócratas de Bruselas aun lidiaban con el Brexit.
Así que todo quedo en manos de los dos lideres claros, Xi y Trump. Ambos gobiernos se pusieron a buscar maneras de no ir a la guerra comercial y las encontraron en los productos agrícolas americanos, cuya importación a China crecerá un 35% yen los productos energéticos americanos, cuya venta a China se duplicará en los próximos 3-5 años. A cambio de esto, China seguirá exportando a EEUU y fabricando productos diseñados por empresas americanas y chinas como hasta ahora.
En estos días, se ha producido un viaje de Angela Merkel a China, en un intento desesperado por apuntarse al juego de lideres que ya se ha puesto en marcha sin los europeos. ¿Qué posibilidades tiene de hacer cambiar la actitud de los chinos en esta guerra comercial en la que al principio compartían enemigo? Ninguna. El Gobierno chino no va a hacer ya frente común con Europa frente a Trump. Para ellos Merkel representará los intereses de Alemania exclusivamente, y solo tendrá la baza de dificultar las inversiones empresariales china en grandes grupos alemanes, como Daimler y Deutsche Bank, que hoy se encuentran paralizadas.
Cuestión de liderazgo. China y EEUU son interlocutores del mismo nivel, y tiene lideres claros e identificables, algo que los chinos conocen y respetan. Para Europa quedaran comunicados genéricos, buenas palabras y poco más. Somos amigos pero no iguales.
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