24 de noviembre de 2024
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Todos somos recursos humanos

Todos somos recursos humanos

No sé cómo pude, pero lo logré. Es viernes, 8 de la noche, por fin se acabó la semana. Mis amigos me llaman, mi familia me espera, pero no tengo ánimo. Voy camino a casa, el tránsito es fuerte y lento, y el teléfono no deja de sonar, catorce horas no han sido suficientes, para el trabajo, para mi familia, o para mi salud. 

La pasión del trabajo ha quedado atrás, a mi jefe no le interesan las horas ni mi esfuerzo, y al parecer, a mí tampoco. Algo ha sucedido, los carros se detienen, escucho las sirenas, ¡es un accidente! algo rutinario, nadie se inmuta, todos ven a la ambulancia serpenteando entre motos y carros, mi vecino sube los vidrios para poder seguir hablando por su teléfono, la mayoría van tan cansados que solo piensan en cuanto más nos retrasará la ambulancia. Siempre estresados de regreso a casa, o de prisa para llegar al trabajo. Lunes o viernes, mañana o tarde, da igual.

 No sé cómo, pero lo voy a lograr, porque soy fuerte y nada me impedirá ser exitoso para poder ser feliz. Este es el mantra que me repito cada vez que tomo consciencia de mi vida. Pero, para que le pongo atención a mi consciencia. Todo va mucho mejor cuando vivo en automático, sin saber cómo llego al trabajo, cómo pasan las horas en la oficina, o cómo diseñé el poema de las metas y objetivos, que realmente no me importan. Pero ya pronto esto va a cambiar. En la última entrevista laboral me ha ido bien, y si la suerte me acompaña por fin dejaré este trabajo, y podré cumplir mi sueño. Me siento confiado, tengo experiencia, conocimientos y habilidades, nada puede salir mal, ya hice cuatro horas de pruebas psicométricas, y no creo que pueda haber tantos candidatos tan maravillosos como yo. 

De pronto paro de soñar, las bocinas me despiertan, los carros avanzan. Por fin, el día y la semana están a punto de terminar. Solo queda el último tramo, algunos semáforos y calles difíciles y habré llegado a casa. Suena el teléfono, son mis hijos, me preguntan si ya voy a llegar, como es viernes me piden algo para cenar, algo simple, solo quieren un detalle, y por supuesto que se los llevaré, al fin y al cabo, es para ellos que trabajo. Paso al autoservicio, pido un par de menús y un postre para mi esposa. Al entregarme la comida la señorita me dice… ¿está cansado verdad? 

Tenga, descanse, y me obsequia un dulce. Ella estaba tranquila, incluso parecía estar contenta, y aunque al principio no le puse atención a su gesto, de inmediato me viene a la mente la ambulancia que acababa de dejar atrás. Era de Bomberos Voluntarios, imagino que, si a ellos los llamaban sus hijos para pedirles cena, no les habrían podido contestar, puesto que estaban trabajando. Por fin, llegué. Abrazos y besos, ahora todo tiene sentido, me quedan claras para que sirven las catorce horas. Cenamos y ponemos algo en la televisión, la semana ha terminado. Atrás se quedaron las reuniones, los proyectos y los problemas, es hora de descansar. Claro que antes de dormir, hay que revisar el correo del jefe. 

Todo está bien, hoy no hubo emergencias ni plan de contingencia que atender. Pero veo algo de la empresa reclutadora. ¡Lo sentimos, la plaza ya ha sido entregada a otra persona! Me felicitan por ser un candidato maravilloso, me instan a seguir adelante, y me indican que seré considerado para futuras oportunidades. La realidad me pega en la cara, así es la vida, ahora a dormir, a darle vuelta a esa página y a repetirme el mantra de siempre, soy fuerte y nada me impedirá ser exitoso para poder ser feliz. Y así, cerramos el tablero de control, no hemos alcanzado todas las metas, pero estamos bien.

 Allí acostado en la cama, hago una última revisión mental del mapa de objetivos y realizo mi checklist. Horas trabajadas, check. Clientes atendidos, check. Informes enviados, check. Todo está bien, me convenzo de que el trabajo es un éxito. Pero, ya recité mi mantra tres veces, nuevamente valido mis pendientes, y aun así no me puedo dormir. Algo no está bien. 

Mi mente me grita: Acéptalo, cuánto más te vas a mentir, no te gusta tu trabajo. Claro que en el mundo real eso no importa, una persona hace lo que se debe hacer, sin quejas, reclamos o sentimentalismos, pues hay cuentas que pagar. El esfuerzo no basta, catorce horas diarias no transforman rutina en pasión, ni te vuelven más eficiente, ni más exitoso, y mucho menos más feliz. En lugar de conciliar el sueño, se desata una tormenta de pensamientos. Uno de esos me hace recordar al chofer del bus de mi hijo, al que todos los días le toca soportar las bocinas y los gritos de las personas a las que no les importa lo que él hace, y aun así se nota que le gusta su trabajo. 

También recordé a las niñas que venden frutas y verduras cerca de mi casa, están de pie desde las 6 am y terminan a las 9 pm, de lunes a lunes, no creo que vayan a estudiar, ni que tengan un área de recursos humanos que salga a defenderlas, y aun así, sonríen y hacen un gran trabajo. Pero la mente es traicionera, te lleva de aquí para allá, me recuerda que hay muchos que no disfrutan su trabajo. No lo dicen, pero se siente. Como la persona que me atendió en el almuerzo, o la señorita que no me aceptó el formulario porque le faltaba un dato, o mi jefe, al que llamé para pedirle ayuda sobre un problema personal, y que amablemente me dijo que eso no era de su incumbencia, que entendiera que “trabajo es trabajo” 

En todas partes se cuecen habas, recordé. Pero no solo para lo malo, también hay personas maravillosas haciendo trabajos muy difíciles, trabajos que nadie aceptaría, algunos muy mal pagados, o incluso sin paga. Todos somos de Recursos Humanos. Algunas veces, cuando los astros se alinean, las personas idóneas, llegan al puesto correcto. En cada instante de la vida, en cada lugar del planeta, hay alguien haciendo un poquito más de lo que su trabajo le exige. Todos los días hay un empleado que decide ayudar a otro, todos los días hay alguien que supera las expectativas. No me había dado cuenta de todas las personas que a diario me brindaban algo mas que trabajo. 

Allí están, siempre que queramos ver, encontraremos a un empleado que está dispuesto a dar más, por el simple echo de ayudar. Pero ¿Quién los puso allí? ¿Es casualidad? Todos somos Un Recurso Humano, al seleccionar o ser seleccionados. Todavía no veo máquinas seleccionando máquinas. Todavía somos personas seleccionando personas. Allí recordé cómo llegué al trabajo actual, alguien de Recursos Humanos me había seleccionado. Pero luego de varios años, las catorce horas no fueron suficientes, y al final el trabajo se había convertido en algo que me consumía de a poquito. No eran las horas, no era el trabajo en si mismo, eran las relaciones laborales, era la relación con mi nuevo jefe. 

Cómo, después de tantos años la empresa había cambiado tanto, de pronto nada era como antes, a nadie le importaba tu vida, solo cumplir con el número. Cuán valiosa es la función de Recursos Humanos, que es capaz de seleccionar a las personas que llevan a las empresas al éxito, y luego contratar a las personas que las destruyen. No hay maldad aquí, negocios son negocios. Si el candidato tiene la maestría el resultado está garantizado. 

El problema es pedirle al tigre que haga el trabajo del castor. Ni uno ni el otro cambian su naturaleza. Así es una persona en un rol equivocado, no todo es conocimiento. En este tiempo de Internet, se puede saber lo que significa la palabra empatía, y no entender lo que esto representa. No basta con mencionarte el agua, para calmar tu sed. Cada uno a lo suyo, zapatero a tus zapatos. ¿Cuánto puede crear o destruir un proceso de selección? Hay títulos, conocimientos y habilidades, pero seguimos trabajando con personas. 

Así que deberán ser personas y su habilidad para trabajar con personas, lo que realmente nos hará tener éxito empresarial. “Y mientras todos nos dedicamos a la vida real”, esperando el trabajo de nuestros sueños, puede ser que tú, en Recursos Humanos puedas encontrar alguien que no solo sepa hacer el trabajo, sino que también lo ame. 

Cada selección es como un trasplante, deberás verificar que sea compatible, o el cuerpo la rechazará. Pero cuando encuentras a la persona correcta, te sorprenderás de lo que puede hacer cuando está motivada, tanto así, que Catorce horas no serán suficientes. Discúlpame si te traslado esta responsabilidad, pero cada persona que seleccionas cambia un hogar, una empresa, un país, y algunas veces al mundo.

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