26 de diciembre de 2024

¿Eres el jefe que te gustaría tener?

¿Eres el jefe que te gustaría tener?

– Aitana quiero hablar contigo antes de que te vayas hoy a clase. Tu madre me ha comentado las notas. No vamos a tolerar más tu bajo rendimiento en el colegio y que te vuelvan a quedar cuatro asignaturas en la próxima evaluación. Ni que decir tiene que estás castigada sin salir durante el próximo trimestre. ¡Esto es intolerable!,¡Jamás habidas suspendido! Pero vamos que esto se arregla con mano dura y con menos libertad de la que has tenido hasta ahora. ¿No tienes nada que decir? Pasas de todo ¿no?

– Papá es que…

– Ni “esque” ni nada… o te crees que somos tontos…

– ¡Ves!, No sé para qué me preguntas si nunca me escuchas. Haces preguntas creyendo saber la respuesta. ¡No tienes ni idea de por lo que estoy pasando! Pero tú en vez de mi Padre pareces mi jefe. Tú no diferencias Papa, para ti no soy tu hija, sino un empleado de los que tienes a tu cargo y que seguro que tratas igual o peor. ¿Sabes una cosa Papá? No eres el padre que me gustaría tener. Quiero un padre con el que pueda ser feliz.

– ¡Pero Aitana…!

Aitana deja el Colacao a medio tomar encima de la mesa de la cocina, coge su mochila con los libros y se va a la parada de autobús como cada mañana.

Que no tengo ni idea de lo que le pasa dice. Como si yo no hubiese sido adolescente. A mí me la va dar. Lo que pasa es que está con el tonteo con los niños, con las amigas todo el día y viendo ropita en el ipad. Esa es su única preocupación. Y yo mientras trabajando como un negro para sacar esta familia adelante. Pagando un colegio privado que es más caro que la hipoteca. ¿Qué se habrá creído?Estresado todo el día. Y encima me dice que no soy el padre que le gustaría tener. ¡Claro! Querrá un padre que le deje hacer lo que quiera.

Alejo se dispone a sacar el coche del garaje de su casa como cada mañana, él es Director de departamento en una empresa, tiene a su cargo doce personas, entre técnicos y administrativos. Cada mañana realiza el trayecto al trabajo en poco menos de una hora. Este tiempo lo suele utilizar para organizar mentalmente la agenda del día y hacer alguna llamada que le permite saber cómo ha ido el turno de noche. Pero esa mañana su cabeza la ocupaba Aitana.

Menudo sofocón que me ha dado esta niña.Que no sé nada de lo que ocurre dice. Y encima compara el trato hacia ella, con el que tengo con respecto a mis subordinados. Como si yo no tratara bien a mis colaboradores. Que sabrá ella como los trato. No le voy a dar más importancia, es una pataleta de adolescente. Qué pena que se haga mayor, aún recuerdo cuando era todo dulzura. El año pasado sin ir más lejos pidió como regalo de cumpleaños que cogiera el día libre para pasarlo en familia… Menos mal que entendió que tenía una reunión importante y que ese día no podía ser. Que no le escucho. Que no soy el padre que le gustaría tener. ¿Se puede ser más cruel?

Alejo sigue en carretera. Las retenciones típicas de entrada a la capital. La poca fluidez del tráfico hace que los coches estén prácticamente parados y que Alejo vaya por su carril mentalmente en piloto automático. Esto hace que siga pensando una vez más en el tema del día. Y que empiece a plantearse cosas en el plano profesional.

Cuando llegue esta noche voy a hablar con Aitana. ¿No dice que no la escucho? Pues la voy a escuchar. A ver qué tiene que decirme. Como si yo no fuese alguien que escucha. Nadie nunca en mi trabajo me ha dicho que yo no escuche. Hablo lo que tengo que hablar con mis colaboradores sin problemas. Tengo una relación profesional pero bastante cercana. Y nunca he tenido ningún problema con ningún colaborador. Ni con los que se han ido de mi departamento o de mi empresa he tenido problemas. Siempre nos felicitamos en Navidad cordialmente. Nadie me diría que “no soy el jefe que le gustaría tener”. Nadie diría esa afirmación tan cruel como Aitana.

Por fin Alejo llega al trabajo. Entra en su departamento y se dirige directamente hacia su despacho. Esboza un “buenos días” entre dientes. El mismo que siempre hace cuando no ha comenzado su día bien.Todos le contestan correctamente. Aún está colgando el abrigo en su perchero cuando llega a su puerta abierta Mary Anne su asistente personal.

– Alejo necesito hablar contigo. Es importante.

– Adelante Mary cuéntame.

– Alejo me voy. Dejo el trabajo.

– ¿Pero que pasa hoy? ¿os habéis puesto de acuerdo para darme el día?

– Lo siento, no es por el trabajo, ni tampoco por ti. Simplemente como sabes mi marido es danés y lo han trasladado a la central en Dinamarca.

– ¡Vaya!, entiendo entonces que es algo irremediable, ¿no?

– Sí. Ya te digo que estoy contenta aquí. Al principio me costó adaptarme. Pero ya estaba acostumbrada al trabajo y a ti. Pero es un tema familiar como te digo.

– Puff. ¿Y qué hago yo ahora sin ti? Eres mis pies y mis manos desde hace ya por lo menos 3 años.

– Siete Alejo, siete años.

– ¿Siete años? Vaya no pensaba que tanto.- Alejo se quedó pensativo unos segundos. Ambos estaban en silencio, hasta que Mary lo rompió.

– Bueno Alejo te dejo ¿vale? Voy a formalizar con el departamento de Personal mi salida.

– Una cosa Mary. Necesito que me hagas un último favor. Esta mañana he tenido un encontronazo con mi hija y desde ese momento me estoy planteando muchas cosas. Ahora que te vas y puedes ser totalmente sincera conmigo necesito saber tu opinión sobre mí. ¿qué tal jefe soy?

– Eres un jefe.

– Esa respuesta no me resuelve nada Mary.

– Quizás lo resuelve todo Alejo, pero no prestas atención. Hace unos meses fuiste a un curso sobre habilidades directivas y liderazgo ¿verdad?, Pues siento decirte que no aprendiste nada. Tú mismo me acabas de decir que pensabas que llevaba como tu asistente tres años, cuando en realidad llevo siete. No sé Alejo siento ser tan directa, pero ya que me lo has preguntado y ciertamente puedo ser libre en la respuesta pues te digo lo que pienso.

– La verdad es que ahora mismo Mary estoy totalmente perdido. Llevo como directivo más de veinte años, y me siento como si llevase todo este tiempo haciéndolo mal. Me estoy planteando cosas que jamás me planteaba. Siempre pensé que soy un buen jefe, exigente pero cercano y que las personas que trabajan conmigo están contentas con mis funciones. Pero ahora dudo sobre todo lo que hago.

– Vamos a ver Alejo, tampoco saques las cosas de quicio. Es cierto que eres efectivo para la empresa, cumples los objetivos cada año. Pero eres un jefe. Solo eso.

– ¡Y dale! con que soy un jefe. Ya sé lo que me quieres trasmitir. Los temas de liderazgo, y todas esas cosas “happy” de cursos bastante ñoños. Pero en mi posición o tienes mano dura o te comen. Te comen por arriba y por abajo.

– ¿Ves? Confundes las cosas. Esa contestación está en manos de tus propios miedos. Ven asómate por la cristalera y mira tu equipo humano. ¿sabías que Marco se ha divorciado y que lo ha pasado muy mal el último año?, ¿sabías que Sabrina tuvo un aborto hace unos años y que ese mismo día que llegaba de la clínica le recriminaste llegar tarde? O ¿sabías que Agustín lleva tres semanas trabajando catorce horas para terminar el proyecto que le has ordenado a tiempo y en el que no le has dotado a ningún técnico más? Este de ahí fuera es tu equipo, el que hace que cumplas los objetivos. Y hay días que solo necesitan que salga de tus labios un “¡buen trabajo señores!”. Nada más.

– Mary te prometo que me pregunto que donde he estado todos estos años. No he sido consciente de que estaba trabajando de espaldas a mi equipo. Me estás haciendo darme cuenta de muchas cosas que no veía.

– Bueno pues es el primer gran paso. Tomar consciencia. Ahora solo te falta actuar.

– ¡Mary muchas gracias! Gracias por estos siete años. Gracias por tu sinceridad y eficacia.

– Gracias a ti. Eres buena persona. Y aunque hayas sido “un jefe” he aprendido mucho de ti estos años.

– ¡Y dale con el jefe! – ambos se ríen-. Volverás para despedirte ¿no?

– ¡Claro! De ti y de todos.

Mary sale del despacho, Alejo se queda varios minutos pensando. Se levanta hasta el umbral de la puerta y se dirige al departamento.

– ¡Por favor! En media hora os quiero a todos en la sala de reuniones. ¡gracias!

Se vuelve a sentar, coge el teléfono y hace una llamada.

– ¡Aitana! soy papá. ¿Qué te parece si vamos este fin de semana a ver esa película que me dijiste que querías ver? ¿Cómo que la han quitado hace seis meses?… bueno vale pero habrá otra ¿no?…

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