Acababa de salir del trabajo y estaba esperando al tren para volver a casa.Relajada y sin la prisa de tener que estar en ningún sitio, me apoyé contra la vieja pared de la estación y observé. Ante mis ojos iban desfilando anónimos protagonistas que, sin pretenderlo, me brindaban unasesgada información de su presente. Me resultaba divertido capturar esos instantes e imaginar parte de sus historias; la actitud, el físico o la ropa podían contarme muchas cosas de la vida de esas personas.
De pronto, una voz llamó mi atención.-No mamá, de verdad que es una injusticia- Era una joven que hablaba por teléfono mientras subíaapresurada las escaleras que conducían al andén. Se la veía disgustada, con una mano sujetaba el móvil y, con la otra, se retiraba impulsivamente los mechones de pelo que se escapaban de su coleta. La seguícon la mirada hasta que se alejótanto que no fui capaz de escuchar lo que decía pero al volver sobre sus pasos, logrédesvelar la incógnita…- Mi jefa lo sabía, sabía que yo quería ese puesto, es más, llevo muchos años ayudando a Silvia y ahora que ella se va de la empresa sacan fuera la vacante sin darme opción. Soy la que mejor conoce ese trabajo, la indicada para el puesto, y no he podido promocionar. ¡Se acabó! Mamá, de verdad, no pienso pelear más, a mi hora se me va a caer el boli. Me fastidia mucho que no hayan sabido ver todos lo que me he sacrificado, es que no salía ni un día a mi hora, he trabajado un montón de fines de semana…-
Pobre Miriam, bueno, no sé si se llamaba Miriam, a mi juicio tenía cara de Miriam. El trabajo no debería darnos esos disgustos, pensé mientras observaba cómo se sentaba en uno de esos bancos metálicos y dejaba caer el bolso con actitud derrotista. Justo entonces, un hombre se detuvo entre Miriam y yo entorpeciendo mi ángulo visual y forzándome a salir de mis pensamientos. Me vi obligada a mirarle. Era un chico trajeado, de unos 40 años, aunque parecía más joven; a diferencia de Miriam tenía aspecto de ganador.Sacó del bolsillo uniphone e hizo una llamada.
– Marta- Dijo con voz grave y serena- Si, me han dado el trabajo, lo sabía, si es que se estaba claro que era el más preparado. Al parecer, la encargada de hacerme el traspaso de conocimientos es una chica que lleva varios años en el departamento dando soporte a la persona a la que sustituyo – ¡Miriam!- Pensé yo -Éste será tu nuevo jefe- pero ella estaba demasiado nerviosa para darse cuenta de nada. Se había levantado y sus pasos la habían conducido ya al otro extremo de la vía. El tren estaba a punto de entrar, el panel informativo marcaba un minuto.
-¡Miriam!, ¡Miriam!- , seguí repitiendo en voz baja…¿Y cuántas cómo Miriam podría haber en una empresa? Ya no podía fijarme en nadie más, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza: ¿en qué empresa trabajaría Miriam? ¿No contaban con profesionales capaces de identificar el potencial de las personas? Estamos en 2018 ¡Por favor! y en el mercado hay infinidad de Software de gestión del talento que van más allá de los números, además, la Inteligencia Artificial ayuda a arrojar luz y empieza a permitir sacar conclusiones. Son capaces de registrar los logros, capacidades y habilidades de los empleados proponiendo qué persona de tu organización tienen la cualificación y experiencia para cubrir una vacante interna y sus posibilidades de promoción.
Por muchas vueltas que le daba, no lograba entenderlo. Miriam estaba confusa, si se hubiera llevado a cabo una buena gestión alguien tendría que haberla explicado qué estaba ocurriendo; deberían haberse sentado con ella, haberle informado de por qué no le habían asignado ese puesto, identificado sus puntos fuertes y ofrecerla posibles vías de desarrollo…
Yo he tenido la oportunidad de vivir muy de cerca cómo funcionan muchos departamentos de RR.HH. y cuáles son las necesidades de los empleados; las personas y la consecución de sus objetivos son lo más importante y la base de todo está en la comunicación interna. Llegó el tren, Miriam se subió y poco a poco desapareció por el largo y oscuro túnel.
Ayer, como cada día, volví a la parada, me senté y comencé a observar a mí alrededor. Miriam no era una de esas personas con las que coincido, de hecho, nunca volví a verla. Por las escaleras subieron un par de chicas hablando y riendo fuerte, giré la cabeza y,sin pretenderlo,mi mirada se topó con la de Miriam, ella me esbozó una sonrisa cómplice, como si me conociera de algo. Se sentaron justo a mi lado y entonces pude oír con claridad como Miriam le comentó a la otra mujer que se cambiaba de empresa, que le habían contactado por LinkedIn y que, sin buscarlo, la habían ofrecido un puesto que parecía hecho a medida. – ¡Qué buen trabajo ha hecho ese reclutador!- susurré, y es que la tecnología de Big Data le habría ayudado a realizaruna búsqueda rápida y exhaustiva en diferentes fuentes de información hasta dar con ella. Se la veía feliz, ahora tenía aspecto de triunfadora.
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