28 de diciembre de 2024

La vida de los otros

La vida de los otros

El último día del mes, de todos los meses, desde hace 15 años, Alberto llama a la puerta del despacho de recursos humanos a firmar su nómina.

Siempre el mismo protocolo. Gema, responsable del departamento le pide que se siente en la silla frente a ella, y le coloca delante dos copias de su nómina. Una para la empresa y otra para él. La de la empresa la tiene que firmar el trabajador, y Alberto pregunta: “¿Dónde firmo?”, a lo que la responsable le contesta: “Donde pone firma del trabajador”. Después, Alberto siempre pregunta: “¿Qué es, una copia para ti y otra para mí? A lo que la responsable siempre responde: “Si Alberto, como todos los meses, una copia para ti y otra para mí”. Cuando Alberto sale todos los días último de mes, de todos los meses de los últimos 15 años del despacho, Gema se pregunta: “¿Se le olvidará de un mes para otro donde debe firmar y si cada uno debequedarse con su copia, o esto es una especie de ritual en bucle y de por vida, como una costumbre infinita, como una escenificación ad eternum?”. “Este chico es tonto” concluye.

Gema se da cuenta que en los últimos 15 años sólo ha intercambiado con Alberto poco más que las mismas recurrentes preguntas con sus correspondientes recurrentes respuestas y una vez, hace ya unos años, que estuvo él de baja, para recibir los partes médicos. No recuerda cual fue el motivo de aquella baja y acude a su expediente con cierta curiosidad. “Ah, sí, ya me acuerdo” piensa.” Fue porque fregando el suelo en el almacén resbaló al pisar lo mojado y se partió un brazo”. Recuerda que Alberto bromeó con aquello alegando que no sabía que podía resbalar si pisaba lo mojado y que si su mujer se hubiera enterado del motivo de la baja le hubiera echado dos buenas broncas, una por torpe y otra por no haber fregado en su casa nunca en la vida cuando sí lo hace en el trabajo.

Alberto tiene un aspecto desaliñado, cara de buen hombre pero un poco corto de entendederas, afable y simple. Probablemente no tenga ni el Bachillerato, trabaja de mozo de almacén y tiene un Ford fiesta del 93. Su conversación, siempre atropellada, es inconexa y estrafalaria, como si le costase hilar las palabras y seguir un discurso coherente. Es todo un personaje. A una compañera la lleva llamando Angelines 15 años porque su marido, también compañero, se llama Ángel. Así es Alberto.

Gema decide que la próxima vez que venga a cobrar le observará mejor, le sacará algún tema de conversación y así podrá conocerle algo más, ya que hasta la fecha sus responsables sólo le han reportado que es buen trabajador y buen compañero, pero realmente no sabe nada de él.

Al mes siguiente, mientras Alberto firma su nómina, Gema le pregunta: “¿Qué tal te va? ¿Qué tal tu mujer?”. Tampoco se atreve a más porque no sabe si tiene hijos o no, ni que hobbies tienes, ni se siente con la confianza como para indagar en otros temas. Alberto responde: “si, si, todo bien, ahí tengo a la mujer… trabajando, y la perrilla mala… que la tenemos, hoy al veterinario. ¿Donde firmo? Una copia para ti y otra para mí, ¿no?”. “ Si, Alberto, como siempre” responde Gema estupefacta.

Ella no se siente muy satisfecha. Una mujer trabajando, una perrilla mala. Siente que tiene que averiguar más, pero le da vergüenza preguntarle si tiene hijos o no, después de conocerle desde hace 3 lustros. Y tampoco quiere parecer indiscreta o que Alberto piense que su interés tiene alguna motivación más allá de lo estrictamente laboral. Decide hacer uso del quid pro quo y contarle algo de su vida para que Alberto no se sienta molesto por contar algo de la suya. “Pues yo tengo a mi niña mala, lleva 2 semanas con gripe la pobre que se está quedando en los huesecillos”. Alberto sonríe y responde: “Este año viene la gripe…fuerte, mi mujer ques enfermera tiene ca cuadro en el hospital, sobre todos niños… chicos, pues nada a mejorarse”.

Gema se pone en plan detectivesco y hace suya la misión de saber algo más de Alberto. Es su objetivo, sólo por el afán de averiguar, de curiosear, vamos, de cotillear en la vida de los otros. Sabe donde vive por su ficha, su DNI, su número de la Seguridad Social, su teléfono, lo que gana, pero quiere más. Que hace en su tiempo libre, donde va, con quien, porque, si es feliz, o no. Quiere saberlo todo, sólo por saber, sólo por dejar de ignorar.

Ese día después del trabajo decide seguirlo a casa. Mantiene una prudente distancia en la carretera, aparca a dos manzanas de su barrio, espera pacientemente en las inmediaciones una vez que él ha entrado en el portal. Después de dos horas, finalmente le ve aparecer con una bolsa de basura, le sigue hasta el contenedor y una vez depositada la basura en el mismo, ve que toma una dirección distinta a la que le llevaría de nuevo a casa. Le sigue y ve como entra en el bar de la esquina, como se dirige a la máquina de tabaco y sale en dos minutos de nuevo a la calle. Vuelve hacía el portal y entra en él; y Gema se siente frustrada. ¡Vaya objetivo! ¡Menuda intriga!

Los 29 días hasta el próximo día de cobro se le hacen interminables pero finalmente llega y Gema le observa con disimulo, en busca de cualquier reacción, entonando los ojos a lo Perry Mason. “¿Dónde firmo?” “Ahí, Alberto, donde pone firma del trabajador.”. Intenta leer su mente indescifrable mientras ve como se mete su copia de la nómina en el bolsillo, percatándose que se le cae una tarjeta de visita de la cartera.

Rápidamente Gema lee las siglas de la tarjeta antes de que Alberto vuelva a guardarla: ASSMO. Gema por fin tiene una pista, algo con lo que investigar. Inmediatamente entra en internet en busca deinformación. ASSMO. “¿Qué será?” se pregunta.

Lo encuentra. Asociación de Super Superdotados de Móstoles. Presidente fundador y mensa indiscutible D. Alberto Rodríguez Senovilla.

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡Ay, Ay, Ay!

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