26 de diciembre de 2024

Espiritualidad in company (AmorRHh)

Espiritualidad in company (AmorRHh)

“…el alma sabe que existe un orden subyacente y trata de encontrarlo.  Hasta que nos procuremos la sabia quietud del alma, seguiremos cayendo en viejos hábitos y obteniendo respuestas inadecuadas ante los nuevos retos.”

 Deepak Chopra en El alma del liderazgo (2012) 

¿Existe espiritualidad en las empresas? Difícilmente se puede adivinar un matrimonio entre ellas.  A la empresa, como emprendimiento, se le supone, principalmente, la realización de actividades encaminadas a satisfacer necesidades materiales;  y la espiritualidad busca la satisfacción de necesidades sutiles de trascendencia.

Teniendo en cuenta que el término o concepto ‘espiritualidad‘ se contempla desde varias perspectivas, expondré aquella sobre la que quiero basar esta indagación. Entenderemos lo espiritual desde una tendencia no organizada colectivamente, es decir, alejada de instituciones religiosas o agrupaciones estructuradas.  Al observarla como individual, es asimismo inclusiva, no descarta a nadie y engloba a todas las personas que buscan darle un sentido a su vida, una misión encauzada por valores de comportamiento cuyo resultado sería un sentimiento de conexión con el todo y con todos, a través del amor incondicional. 

▪ Tratar con nuestros propios sentimientos e inspiraciones y mantener nuestro enfoque no importa lo que suceda.

▪ Capacitar a que expresen lo mejor de sí aquellos a quienes lideramos y proporcionar un espacio en el que la gente pueda vivir y trabajar con calidad.

▪ Claridad y perspectiva para ajustarse a los desafíos que el mundo nos sitúa enfrente. 

Estos son objetivos pedagógicos de un curso real sobre Management y espiritualidad.  En 2015, ESADE preparó un Congreso sobre Espiritualidad y Creatividad en Management donde Chris Lowney, exjesuita ahora directivo de JP Morgan, expresó que “el liderazgo es sumamente espiritual”.  No puede negarse el sentido trascendente que, desde Elton Mayo, ha ido impregnando la gestión de las personas en la empresa.  Las teorías del Management del siglo XX se llenan de intenciones que pretenden generar amor (como sentimiento de compasión, inclusión y pertenencia a un todo unido; todo lo que hago y todo lo que hacen los demás repercute en todo), que hoy se unen en la práctica de la Sostenibilidad, en relación con la Responsabilidad Social Corporativa, hasta el punto de que existe, como una referencia de reputación empresarial, la situación en el ranking del Down Jones Sustainability Indices, donde se cuantifican las acciones de empresa para conseguir un desarrollo sostenible en materia social, económica y medioambiental.  ¿No es esto una prueba de amor?  ¿No es entonces una práctica espiritual?

Una empresa espiritual buscará el bienestar de las personas con prácticas que generen valor más allá del beneficio económico, porque ya hay directivos que buscan la mayor obtención de resultados aplicando prácticas que podríamos encuadrar dentro de este concepto de ‘espirituales’.  Han propugnado los grandes gurúes del Management que atendamos bien al cliente, que nos asociemos con la competencia en lugar de destrozarnos, que busquemos alianzas con los proveedores en vez de exprimirles en la negociación, que hagamos benchmarking… y que convirtamos a la mano de obra en capital humano poseedor de talento, en personas tenedoras de competencias que aplican e invierten en la empresa para ser cultivadas y aumentadas, del mismo modo que el accionista invierte su dinero para que le genere dividendos.

Desde la función que todavía hoy llamamos de Recursos Humanos se impulsa, o se puede impulsar, la aplicación de la espiritualidad en las políticas y estrategias internas de la empresa.  Desde la esclavitud a la atracción del talento, aun a pesar de que la crisis mundial tan profunda que comenzó en 2007 ha disminuido la extensión de las nuevas formas de gestión, hemos evolucionado en el trato a las personas hasta la búsqueda, y a veces el logro, de un clima que propicie ambientes colaborativos y productivos que tienden a desembocar en una cultura espiritual, la que me atrevo a llamar la cultura del amor.

La Psicosociología del Trabajo ha tratado en profundidad el impacto que la pertenencia a empresas y organizaciones provoca en el individuo.  Y ha llegado a la conclusión de que, a través de la actividad laboral, las personas consiguen la integración en la sociedad porque cubren sus necesidades vitales.  ¿Cuáles son esas necesidades vitales? Siguiendo a Maslow, a lo largo de la historia y a través de esa actividad laboral, el ser humano ha podido ascender en la escala.  Si el esclavo solamente encontraba satisfacción de  sus necesidades básicas, hoy las empresas pueden ser capaces de proveer medios para llegar hasta el peldaño de la autorrealización.

Pero hay más, quizá una escalera hasta el cielo.  Richard Barrett, ponente en el Congreso citado, añade tres niveles más por encima del último definido por Abraham Maslow: 

  • Abrazar una causa
  • Dejar huella
  • Ser útil 

…los que engloba como ‘necesidades espirituales’ y asimila respectivamente a las ‘conciencias de misión, contribución y servicio’.

¿Y si a través de la actividad laboral las empresas también son capaces de satisfacer estas necesidades y favorecer así la trascendencia de los integrantes que la busquen?

Podría ser.  Quizá por medio de la Dirección por Valores, como así propugna Barrett, o con la teoría del Capital Humano, o con las prácticas de la Gestión del Talento…

El perfil del profesional que ha gestionado las relaciones internas de las organizaciones ha ido cambiando su formación y su talante (además de las características de su talento) para evolucionar desde la supervisión y el control hasta el trato humanístico.  Llegaron a esa función profesionales que entendían el valor de las personas como el ‘gran activo de la empresa’, así era verbalizado en las juntas de accionistas, y se ponían a trabajar para crear clima y cultura que cumpliera esa letanía.  Era (o es) la forma de cumplir internamente con uno de los compromisos básicos de la Sostenibilidad: el desarrollo de la cohesión social con la búsqueda de objetivos comunes.  En la actualidad, las empresas con directivos que priman (o necesitan) la supervivencia económica han apartado a estos profesionales para provocar una regresión a prácticas antiguas de gestión basadas en el miedo y en el poder, a veces salpicadas de un paternalismo que les proporcione una pátina de honestidad.  Pero por el contrario, en esa visión dual que rige la existencia humana, surgen empresas que apuestan aún más fuerte por propiciar la satisfacción de esas necesidades espirituales, ya sea con la atención a las actitudes, la consideración de las emociones, de los sentimientos… de la colaboración, del liderazgo participativo, del trabajo en equipo… de los compromisos éticos, de la conciliación y la igualdad de oportunidades, del desarrollo profesional o de la compensación equitativa…

… o incluso con la puesta en marcha de prácticas consideradas directamente como aplicadas a la espiritualidad: 

  • Fomentar valores espirituales basados en la convivencia y objetivos comunes
  • Promover sesiones de meditación en grupo
  • Organizar charlas, conferencias y foros sobre espiritualidad
  • Favorecer la participación en acciones humanitarias o sociales
  • Crear grupos de apoyo que contengan situaciones emocionales extremas 

Existen estudios de la Universidad de Harvard y otras entidades de impacto mundial que han encontrado una correlación profundamente significativa entre un mayor crecimiento del valor de la acción, o de beneficios económicos, o de rendimiento de las inversiones, y las compañías con culturas corporativas espirituales.

Y aún más:

–   Entendiendo que la labor fundamental del área de Recursos Humanos es encontrar lo que más les importa a los trabajadores de la empresa y facilitárselo (convengamos que se trata entonces de cubrir las demandadas necesidades espirituales)…. si eso les hace felices, no sólo conseguirá su retención, sino que los mantendrá con rendimientos elevados.

–   Los ejemplos y modelos son nuestros espejos para evolucionar; siendo las organizaciones el principal lugar donde las personas desempeñan su actividad, la cultura corporativa marcará comportamientos de sus integrantes en su accionar con la sociedad, fuera de la organización, en sus vivencias diarias. 

Deduzcamos entonces que la espiritualidad en la empresa es capaz de generar más valor y de aumentar el índice de felicidad. 

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