Ya es sabido que en los entornos social media hay dos castas, los “inmigrantes” y los “nativos digitales”.
Mientras que los segundos han crecido “educados” en estas lides, los primeros estamos en fase de “evolucionar o morir”.
Como todo en la historia del ser humano, desde el descubrimiento del fuego hasta los más recientes, el salto de Felix Baumgartner, hay gente que lo vive y otros que hablan de “aquellas gestas”, hay gente que evoluciona con ello y otros que esperan desde sus “cuevas” sin arriesgar, están a cubierto y no necesitan salir.
En esta disyuntiva me siento yo como inmigrante o converso, que dice mi colega Iñaki, que soy.
Y los nacidos en la década de los 60, que desde mediados de los 80 hasta la entrada del nuevo milenio crecimos profesionalmente con Microsoft, Tom Peters, “el póquer del mentiroso (como sobrevivir en WS)”, pensábamos que el mundo era nuestro.
Y luego llegó el milenio, el boom de los móviles y la tecnología “micro” en cuanto a tamaño y “macro” en cuanto a capacidad y versatilidad, los jóvenes que se incorporaban a la rueda laboral hablaban de “best place to work”, cambiaban los paradigmas, comenzaba una nueva era donde la tecnología superaba la ficción.
Y mientras los ancestros nativos tomábamos posiciones, y se ponían nuevamente de manifiesto paradigmas “la realidad no existe, las cosas son como nosotros las vemos” y “la persona cambia, lo que le hace resistirse es a ser cambiada”.
Y después vino la crisis, los autónomos se convirtieron en “emprendedores”, se empezó a hablar de la reputación digital, de la influencia en las redes sociales, de otra manera diferente de posicionarte frente al mercado, cambiaron los hábitos, desaparecieron los “faxes”, las tarjetas de visitas serias y tradicionales, “los puestos de trabajo seguros”. Aparecieron cientos de libros digitales sobre innovación, sobre como posicionarse en la “era digital” y un sinfín de razones para que los nativos nos subiéramos al carro.
Y los inmigrantes tuvimos que elegir, y entró otro paradigma “la máxima del coste beneficio”, todo cambio requiere que el beneficio obtenido sea mayor que el coste de la inversión”, sino para qué.
Y en este dilema estamos “adaptarse al medio o sucumbir a la nueva era”, claro que hablando con algunos compañeros, todavía en sus “cavernas”, se resisten, como el último bastión, a dar el paso con excusas como “ya me pilla muy mayor”, “para que exponerse, cuando menos sepan de mi mejor”, “que gano yo con estar ahí”, “no si yo quiero, pero no sé cómo”.
Se remiten a permanecer como público y no a tomar acción, no hay que criticarles, ni tan siquiera intentar convencerles, o lo que es igual vencer con argumentos, quizá sea mejor utilizar la frase de Albert Camus “No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo.”
Finalmente si quieres ser digital tienes que estar dispuesto a “a-prender”, es decir a soltar lastres y rémoras que solo ocupan de manera innecesaria tu disco duro, a vislumbrar los beneficios que la era digital te puede aportar.
No consiste en ser mejor o peor, entendiendo por esto último “retrogrado”, lo que consiste es que seas capaz de decidir por ti mismo y no por lo que otros digan.
Para mi es importante adaptarse al medio, pero no por ello dejemos fuera al resto de humanos sean inmigrantes o no, que los “digitales” no sean prepotentes y respeten las decisiones de aquellos que no saben o incluso no quieren, no seamos una vez más torpes y como seres humanos tropecemos de nuevo con convertir esto en un “holocausto de los inmigrantes”.
Respeto y consideración, libertad para elegir, pero tampoco por no ser nativos denostemos algo que ya es una realidad, y por favor a aquellos que queremos entrar en este entorno, permitírnoslo sin criticarnos.
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