Y seguimos hablando de transformación digital. Cada uno aplicado al entorno que más le interesa o, le afecta. Para mí, obviamente, la transformación digital está orientada al nuevo escenario que se presenta para la gestión de las personas y, más concretamente, en el ecosistema de las medianas empresas.
Sin lugar a duda, el camino hacia la digitalización está marcado por la incorporación de las nuevas generaciones al entorno laboral. Desde los nacidos en la década de los ´70 que conocíamos como la famosa Generación X, hasta los populares Milenials, o lo que es lo mismo, los profesionales que vinieron al mundo en los ´80, también ubicados en la archi famosa Generación Y. Sin olvidarnos, claro, de la Generación Z, los nacidos en los años ´90. Todos han crecido con la tecnología. Evidentemente, los últimos de una manera bastante más natural y cotidiana que los primeros. De hecho, las últimas generaciones ya se consideran nativas digitales, con todo lo que ello implica. Es decir, su hábito al uso de las redes sociales o a todo tipo de dispositivos móviles y gadgets tecnológicos, les confiere una particular forma de entender el entorno laboral, muy similar, a su entorno personal.
Tan es así, que las organizaciones han tenido que hacer -o, más bien- están haciendo, un importante esfuerzo por poner a disposición de sus empleados, toda la tecnología a su alcance para incrementar el potencial de sus capacidades. Pero también, por supuesto, para que estos trabajadores no perciban una “desconexión” entre la facilidad con la que se relacionan o acceden a información, productos o servicios en su tiempo libre, y la facilidad o dificultad, según el caso, con la que lo hacen en su trabajo.
Pero, hablar de digitalización, es mucho más que hablar de tecnología o de equipamiento. Hablar de transformación digital es hablar de un cambio, absolutamente disruptivo, que afecta incluso a la manera en la que entendemos el mundo. Es más, impacta de un modo más contundente sobre este aspecto que sobre cualquier otro elemento. Por eso, cualquier proceso transformador deberá empezar por las personas para, dotarlas del talento y las habilidades digitales necesarias, si es que no las tienen. O para incorporar profesionales 100% digitales que sean capaces de liderar el profundo cambio que vendrá después.
La tecnología es solo la herramienta para ayudar a las organizaciones a adaptarse y a poner en marcha ese nuevo modelo de negocio que abogue por la inmediatez, la flexibilidad y la transparencia. En el entorno de los recursos humanos, estas tres premisas, son altamente importantes, porque la gestión de las personas implica el uso de información sensible que deberá tratarse de manera pertinente y con los tiempos adecuados.
Hoy, el nuevo enfoque más online que offline, incorpora las diferentes plataformas sociales, principalmente Linkedin, para buscar y estudiar la conveniencia de determinados perfiles profesionales y para saber si encajarían o no, no solo en la estructura de una determinada empresa, sino si sería capaz de encajar en su filosofía o en su manera de entender el negocio.
Además, como los procesos de selección van mucho más allá de buscar candidatos en las redes, lo cierto es que la tecnología, concretamente el software para la gestión de los RRHH, ayuda también a automatizar determinadas tareas asociadas a estos procesos y, con ello, a crear bases de datos más actualizadas y de fácil acceso y, por supuesto, a reducir el tiempo que se emplea en este tipo de funciones. También, a minimizar los costes.
La digitalización está cambiando las prioridades de las empresas. Ahora buscan ser más dinámicas y cercanas. Y la interacción con empleados, clientes, proveedores, la propia Administración e, incluso, competencia debe ser proactiva y reactiva a partes iguales, veloz y clarificadora.
Como digo, la tecnología, unida al cambio en la lógica del negocio y en la manera en la que se perciben las relaciones, permitirá una mayor interacción entre los empleados, entre estos y sus managers o, incluso, entre proveedor y cliente. Una interacción que podrá realizarse a través de cualquier canal, en cualquier momento y desde cualquier dispositivo. Y, ¡cómo no! será -perdón, ya está siendo- una interacción basada en un conocimiento más exhaustivo de los interlocutores. Es decir, el conocimiento que aporta la cantidad de datos -y el análisis de los mismos- que se derivan de las acciones cotidianas que se desempeñan en la organización habitualmente y que permitirá una personalización absoluta, tanto de cara a los empleados, como a los clientes.
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