Hace tiempo que las organizaciones se dieron cuenta de que el cuidado de la salud de sus trabajadores va mucho más allá de la prevención de los riesgos laborales. Reducir la accidentabilidad y el absentismo son aspectos críticos que inciden en la buena marcha de cualquier compañía. Pero si, además, se implantan programas orientados a promover de forma continuada la salud y el bienestar, se obtienen beneficios tan importantes como una mayor motivación de los empleados, un buen clima laboral, y una mejor adquisición y retención del talento. Todo esto acaba redundando en un menor índice de absentismo, mayor productividad y, en definitiva, mejores resultados de negocio.
Abordar el proyecto desde una perspectiva integral
El desarrollo de un programa de salud debe abordarse desde una perspectiva integral, es decir, teniendo presente que los empleados no tienen solo una dimensión laboral, sino también una dimensión personal y diferentes situaciones que afectan a su salud física y mental.
Dimensión laboral: es necesario promover una cultura empresarial de respeto, participación, colaboración y desarrollo profesional. El trabajador debe sentir que forma parte de un equipo en el que su contribución es importante y necesaria para alcanzar el resultado esperado. Algunos de los aspectos que ayudan a desarrollar esta dimensión son: compartir una visión y unos valores comunes, tener una política de comunicación interna inclusiva, establecer canales para la resolución efectiva de conflictos y/o abusos, y contar con programas de formación y herramientas de desarrollo.
Dimensión personal: fuera del entorno de trabajo todos tenemos una vida personal que incide en nuestro rendimiento profesional y viceversa. La empresa no puede obviar este hecho y tiene que ser sensible a las necesidades individuales y sociales de sus trabajadores. Dentro de esta dimensión destacan los programas de conciliación que promueven iniciativas como los horarios flexibles o reducidos, los permisos, las ayudas de guardería y escolares, o algunas tan novedosas y de actualidad como la llamada desconexión digital.
Dimensión física: “mens sana in corpore sano”. Se empezó con los reconocimientos médicos como parte de los programas de vigilancia de la salud y actualmente son cada vez más las empresas que cuentan con programas de actividad física, de nutrición, y con programas de deshabituación tabáquica y actividades de fisioterapia.
Dimensión mental: el estrés se ha convertido en uno de los grandes males laborales. La aceleración de los cambios, la presión de los objetivos empresariales, el entorno de volatilidad e incertidumbre, o la competencia del mercado son algunos de los factores con los que es necesario enfrentarse de forma habitual. Cada vez se habla más de la conciencia plena (“mindfulness”) como una técnica que nos ayuda a vivir el momento presente y a reconocer nuestras propias emociones para saberlas gestionar adecuadamente.
Como ejemplo de esta visión integral en GE hemos desarrollado una campaña de actividad física que comprende 3 iniciativas: GE Sports anima a los empleados a practicar diferentes deportes fortaleciendo los vínculos laborales fuera de la oficina; la instalación de una sala wellness en la oficina de Madrid donde realizar diferentes actividades físicas, de tonificación muscular o relajación mental; y en tercer lugar el reembolso de una parte de los gastos anuales en gimnasio y actividades deportivas del empleado y de la familia directa para llevar la cultura de la salud hasta el ámbito más próximo al empleado.
Claves para implantar un programa de salud en la empresa
Cuando una empresa decide implantar un programa de salud debe tener en cuenta algunas cuestiones culturales y de gestión que son fundamentales para el éxito del proyecto. A continuación, detallamos algunas de ellas:
- Liderazgo: los líderes mueven las organizaciones y deben tener una visión clara de la relación directa que existe entre salud, productividad y resultados de negocio. Es vital contar con el respaldo de la dirección como promotor principal. Predicar con el ejemplo, haciendo público su compromiso personal y profesional con la salud, dará mayor solidez a su liderazgo.
- Cultura: es necesario definir unos objetivos específicos que formen parte del plan estratégico de la compañía y estén alineados con los objetivos de negocio para que la salud pase a formar parte de la cultura corporativa. La salud y el bienestar no deben quedarse en una mera declaración de intenciones, en una moda o en una iniciativa coyuntural. Es preferible no ser demasiado ambicioso y lanzar sólo aquellas iniciativas que vayamos a poder consolidar año tras año.
- Medir los resultados: al igual que la rentabilidad se mide con diferentes indicadores (facturación, EBITDA, valor de la acción, etc.), es importante medir los resultados de los programas de salud. Estos indicadores pueden ser múltiples y variados. Los índices de siniestralidad y absentismo, así como el coste asociado a los mismos, son los más conocidos, pero existen otros como la reducción del sobrepeso o del colesterol alcanzados gracias a los programas de nutrición, el número de personas y tiempo que dejan de fumar, el número de personas que inician una actividad física, o el índice de satisfacción medido a través de encuestas de opinión.
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