Es muy probable que ante el reto de dibujar una casa, cualquier empleado de cualquier empresa dibuje un esquema similar: un edificio a dos aguas, con una puerta, dos ventanas, puede que con una chimenea e incluso un árbol al lado. En función del origen y la cultura de la persona, el estilo arquitectónico puede variar, pero en esencia todo se mantendrá constante. Esto nos demuestra que la creatividad no es una característica individual e innata, sino que es una cualidad que se potencia con el trabajo en grupo y con la práctica. Cualquier empresa que se precie y que busque potenciar el lado creativo de las personas necesariamente deberá potenciar la colaboración y la práctica, esta última junto con formación específica.
La creatividad no es una moda pasajera, ni algo cool. Es una necesidad ante la ola de robotización y de automatización que todas las industrias y procesos van a experimentar. Todas aquellas tareas monótonas, meramente productivas y en cuyo desempeño no sea necesaria la presencia del ser humano, serán realizadas por robots físicos o digitales. Por lo tanto, la principal ventaja competitiva de nuestras organizaciones será nuestra capacidad de trabajar en equipo con el objetivo de crear y mejorar constantemente nuestro negocio. El design thinking es una buena metodología, quizá la mejor o más extendida, sin duda una buena base para empezar a practicar la creatividad en equipo.
Esta metodología se basa en los pasos básicos del proceso de trabajo de un diseñador: investigar, diseñar, probar y rectificar hasta conseguir la solución deseada. Eso sí, y aquí viene la potencia del design thinking, todo se realiza alrededor de las personas. El cliente final siempre se coloca en medio del proceso y éste siempre lo realiza un equipo. Así, las ideas (a veces llamadas innovación) no surgen de una única persona sino del trabajo conjunto de varias. Estos equipos de trabajo siempre son multidisciplinares y el rol de un participante puede ser distinto en cada proyecto que participe. No es conveniente encasillar a las personas por su formación, es mejor tener un conocimiento profundo de sus cualidades y hacerlas participar en aquellos proyectos que requieran de sus características y/o le motiven. Cuando las organizaciones hayan madurado en este aspecto, lo más normal es que los equipos se configuren de manera natural y que las personas evolucionen adquiriendo nuevos conocimientos y capacidades o perfeccionando las suyas propias.
Para un departamento de RRHH, la utilidad del design thinking no se limita únicamente a su implantación en la organización. Puede resultar muy útil como herramienta a la hora de diseñar un proceso de formación, un itinerario que desemboque en un cambio cultural o cualquier otro proceso en el cual sea necesario aportar soluciones nuevas y personalizadas a la gestión de las personas de nuestra organización. Es evidente que la sociedad cambia y que el relevo generacional es cada vez más rápido, más diverso y multicultural. Esto es un aliciente más que suficiente para que los departamentos de RRHH encuentren nuevas maneras de potenciar a las personas, de ofrecerles retos y oportunidades y, en definitiva, de convertirse en un polo atractivo de atracción y retención de talento.
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