Hace aproximadamente 10 años se inició la crisis económica de la que todavía estamos saliendo, una de cuyas principales características ha sido la reestructuración masiva de personal, sobre todo en las grandes corporaciones, y con un gran impacto entre los equipos directivos de las mismas.
También, más o menos en ese mismo periodo, y gracias a los avances tecnológicos, ha empezado a introducirse en las empresas supervivientes la necesidad de evolucionar y adoptar un enfoque digital del negocio.
¿Y qué tiene que ver la reestructuración surgida de la crisis con la transformación digital? Más de lo que parece a primera vista.
Muchos de los afectados por los procesos de reestructuración llevados a cabo en este periodo han sido directivos con muchos años de experiencia, y con edades en torno a los 45-50 años, que han resultado redundantes para sus empresas desde un punto de vista casi estrictamente de coste. Y estos profesionales, viendo que estaba prácticamente imposible volver a ejercer en un entorno similar, han optado en su inmensa mayoría por adaptarse a la situación y reenfocar su carrera. Y se han digitalizado. Y han emprendido.Y lo están haciendo por encima de la media.
Gracias al impulso de universidades, escuelas de negocio y aceleradoras de start-ups, se tiene la idea de que son los jóvenes, los millenials, los que están copando el emprendimiento digital. Y no es del todo así, hay muchos profesionales de más de 50 años que, tras desvincularse de sus compañías, han iniciado proyectos empresariales, en muchos casos digitales, aprovechando su conocimiento y experiencia. Se les ve menos porque ya no tienen prisa por triunfar, ni tampoco les atrae el ecosistema de coworkings e incubadoras que se ha impuesto entre las empresas más jóvenes.
Cuando hablamos de transformación digital y de captar talento para cambiar la cultura de las empresas, inadvertidamente estamos pensando en millenials hiperdigitalizados, y dejamos fuera del foco a todos aquéllos que han formado parte del ecosistema empresarial en el pasado, que tienen una enorme experiencia profesional a sus espaldas, y que ellos mismos se han transformado y evolucionado culturalmente.
La utilidad de este grupo de profesionales es incuestionable. La digitalización de las empresas no entiende de edades, y es tan importante la experiencia como el conocimiento. Profesionales que han demostrado que son capaces de transformarse para afrontar nuevos retos no pueden faltar en este proceso de digitalización. Para madurar digitalmente, las empresas necesitan (también) talento digital maduro.
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