¿Tu equipo de trabajo es verdaderamente un equipo? Esta es una de las principales preguntas que la dirección de cualquier empresa u organización debería hacerse cuando quiere medir la fortaleza de su empresa o proyecto. Y más si se tiene en cuenta que esta es una de las competencias indispensables de cualquier profesional. Así, en muchas ofertas de empleo “saber trabajar en equipo” es uno de los primeros requisitos que se exigen a los candidatos.
Según explica Carme Castro, coach y socia de Kainova, empresa especializada en la gestión de las personas, trabajar en equipo de forma eficiente requiere de un conjunto de habilidades que se pueden resumir en: saber escuchar activamente, que no es lo mismo que oír; flexibilidad para cambiar de opinión; tolerancia para aceptar otras propuestas, especialmente cuando son diferentes a las propias; velar por el objetivo común, algo más importante que “tener razón”; y creer que el resultado es de la colaboración del equipo, olvidando el protagonismo.
No obstante, y aunque en general todos somos conscientes de la necesidad de trabajar en equipo, a menudo esto no se consigue, poniendo en dificultad la viabilidad de un proyecto, o incluso del mismo negocio. Carme Castro añade que hay una serie de señales que nos permitirán detectar si nuestro equipo lo es o no, si realmente trabaja como una ‘piña’ o no es más que un conjunto de individualidades sin un objetivo común.
Una de las primeras señales que nos podemos encontrarla en el lenguaje: si las personas del equipo hablan en primera persona, si emplean el “yo” en lugar del “nosotros”, esto es un claro indicador de falta de visión compartida y de conjunto, de falta de equipo.
Otro indicador a tener en cuenta es si aportan problemas en lugar de soluciones: si no son capaces de resolver un problema entre ellos, podemos estar ante una falta de comunicación entre los miembros del equipo, además de un problema de personalismo. Entre ellos no se ven como un equipo que colabora y donde todos contribuyen, sino que cada cual tiene su responsabilidad.
La inflexibilidad es otra señal clara de que un equipo no actúa como tal. “Esta tarea no es mía”, “no estoy de acuerdo”, “no tengo que cambiar”,… son algunos de los ejemplos que ayudan a ilustrarlo. Esto es un indicador de que no se valoran las aportaciones del equipo y no se vela por el objetivo común. Aquí, el colaborador solo mira su parcela y no la visión del conjunto.
No compartir las ideas con el equipo es otra clara señal de alerta. Esto sucede cuando se aportan ideas de forma individual para tener protagonismo, frente a una idea compartida y mejorada con las aportaciones de todos los miembros del equipo.
La falta de iniciativa es un claro indicador de que nuestro equipo no hace piña. Sus miembros se limitan a realizar sus tareas sin más, y no muestran interés por el resto de las tareas del equipo ni por los objetivos comunes.
Por último, hay que estar alerta con las relaciones entre los compañeros: si no se conocen difícilmente serán empáticos ni colaborarán entre ellos, dificultando crear una cohesión y un compromiso conjunto hacia el objetivo del equipo.
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