A lo largo de las muchas negociaciones que he tenido que dirigir en mi vida profesional, me he encontrado de todo, desde personas que realmente buscaban solucionar una situación a su modo de ver injusta, tratando de alcanzar un acuerdo lo más satisfactorio posible, a otras personas que –legítimamente- no deseaban negociar nada ni llegar a ningún acuerdo, pese a las pérdidas que tal falta de acuerdo pudiera conllevar.
Creo que la situación política que vivimos estos días a raíz de las elecciones generales del 26-J, recuerda bastante a estos últimos.
Bajo la base de que todo partido político tiene que tener como objetivo indiscutible el interés general, está claro que en los actuales momentos, cuando estamos saliendo de una crisis terrible, lo esencial y prioritario es lograr la estabilidad necesaria que permita crecer a la economía, y como consecuencia de ello, la creación de puestos de trabajo.
Pues bien, si PSOE y Ciudadanos buscan el bien común, lo que tienen que hacer es sentarse con el PP y empezar a negociar esas leyes que tanto les molestan y quieren cambiar, y buscar un consenso, en vez de decir no, no y no a todo, limitándose a quedarse sentados enfrente del PP, oponiéndose a todo sin más, y sin hacer nada. Insisto, si de verdad estos partidos quieren el bien común, esta es su oportunidad de oro para demostrarlo, remangarse y ponerse a trabajar, buscando acuerdos en los temas esenciales, y si no la aprovechan, que se vayan, pero a su casa para siempre.
Pienso que los ciudadanos somos conscientes de esto que aquí escribo, y si estos partidos no reaccionan rápido y adecuadamente, en las siguientes elecciones se acabarán de hundir, lo que también será en perjuicio de todos. Como digo, si no lo hacen están perdiendo su gran oportunidad. Cualquier otro interés ahora no vale, ¿o acaso están buscando poltronas, cargos, etc?
Otra cosa que he aprendido a lo largo de bastantes años es que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, nunca se debe decir que bajo ningún concepto se va a admitir tal o cual cosa, pues generalmente uno acaba tragándose sus propias palabras, y se queda en evidencia, lo que trasladado a un político, supone hacer el ridículo y quedar como un novato.
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