Los que tenemos una edad no podemos olvidar el célebre cabreo de Francisco Umbral durante el programa “Queremos Saber” de Antena 3, presentado por Mercedes Milá, allá por el año 1993: “yo estoy dispuesto a levantarme y a abandonar la mesa, porque yo he venido aquí a hablar de mi libro y no a hablar de lo que opine el personal, que me da lo mismo”.
Esta frase (ahora se diría “viral”) se ha integrado en el lenguaje popular. Si ya es chocante el “yo he venido a hablar de mi libro” de una manera tan descarada, más lo es aún en una visita comercial, en la que pretendes ganarte un nuevo cliente. Esta semana he vivido un caso así. Así que también podría haber titulado esta intervención como “todo lo que no hay que hacer en una visita comercial (pero se sigue haciendo)”:
Unos días antes, contacta la Secretaria de una Consultoría de Recursos Humanos para concertar una entrevista de su Consultor conmigo.
El Consultor Comercial llega 10 minutos tarde, sin una llamada de aviso.
No me entrega tarjeta de visita “porque esta mañana he dado la última”. Tampoco me entrega o ni siquiera me muestra en una tablet información alguna sobre su empresa. Viene como de paseo, con las manos vacías.
Según nos sentamos, empieza a hablar sin descanso sobre su empresa, en un discurso sin estructurar y sin preguntar sobre mi empresa ni conocer cuáles pueden ser nuestras necesidades.
Mientras habla, gesticula insistentemente con las manos, portando en la derecha mi tarjeta de visita (yo no había dado la última esa mañana).
Lo único positivo es que la visita duró poco, claro, porque sólo me soltó su rollo estándar, sin personalizar su oferta adaptándola a las necesidades específicas de mi empresa.
Para más asombro, el Consultor podría rondar los 50 años. Un milagro, supongo, el hecho de que no haya tenido que cambiar de profesión.
Y yo me pregunto ¿Qué puede ganar un Consultor Comercial con este tipo de visitas…? Porque lo que puede perder, está clarísimo: Nuevos clientes.
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