Llevo un rato hablándome: “Lo más importante es mantener la tranquilidad”
Qué fácil es decirlo. Mi corazón late muy deprisa.
“Tengo que relajarme. El esfuerzo no es para tanto. Respira y piensa, respira y piensa, reeespiiira y pieeeensaaa”.
Ya estoy mejor.
“Ahora solo tengo que caminar hasta el objetivo. El camino es recto y corto, no hay obstáculos en medio”
“Puedo hacerlo. Puedo hacerlo. PUEDO HACERLO”
“Lo primero es soltar las manos y dar un paso, un solo paso. Luego vendrán otros”
Se lo digo a mis piernas y a mis manos. No obedecen. Se lo digo de nuevo, con más fuerza. Siguen sin obedecer. Mi corazón vuelve a acelerarse.
“Respira y piensa, respira y piensa, reeeeeespira y pieeeeensa.”
De repente oigo en la lejanía un grito: “¡tú puedes!”.
Creo que dice eso, pero estoy tan concentrado, que no lo he entendido bien.
A continuación dicen mi nombre: “¡Eduardo!”
Oigo mi voz, quebrada y temblorosa: “¡Qué-e-é!”.
“¡TÚ PUEDES!” dice un coro de voces.
Doy el primer paso, y el segundo, y uno más. Titubeo pero avanzo.
Llego a la mitad del trayecto, y me asaltan pensamientos negativos “¡no puedo más! ¡Es imposible!”
Me paro y tiemblo.
“¡TÚ PUEDES!” dice un coro de voces.
De nuevo un paso, y otro, y otro.
Mi corazón sigue latiendo muy deprisa, pero parece que lo controlo. Me acerco al final. Quiero correr. “Ve despacio” me digo
Logro el objetivo. Estoy feliz, exhausto pero repleto de energía interna, excitado, nervioso, satisfecho, sorprendido.
Me descienden suavemente. Miro hacia arriba. Son 9 metros, pero desde el suelo parecen menos.
Mi equipo aplaude, lo celebramos juntos.
Unas horas después, al final de la jornada nos preguntan: “¿Qué te llevas del día de hoy?”
Lo medito.
“Me llevo, al menos, tres cosas:
- Soy capaz afrontar retos que me parecían increíbles. Me siento con más fuerza que la que traía.
- El apoyo y la motivación del equipo ayudan mucho, pero la decisión es mía
- Y la más importante: todo lo que he vivido y sentido, lo voy a aplicar todos los días en mi trabajo y en mi vida personal”
Esta fue mi primera experiencia en una actividad Formativa Outdoor de Altura.
Me alegro de haber aceptado el reto. Desde el principio quedó claro que cada uno se marcaba sus propios límites, pero que cuanto mayor fuera nuestro reto personal mayor sería el aprendizaje.
Llevaba años utilizando actividades experienciales, como metodología formativa en programas para Managers y Equipos. Son muy efectivas porque permiten trabajar en profundidad tanto las emociones y los sentimientos, como los comportamientos. Y además de generar un potente impacto emocional, facilitan que las dinámicas de reflexión y análisis sean fluidas, intensas, sinceras y participativas.
Todo ello provoca un punto de inflexión para que las personas decidan cambiar.
Los modelos teóricos se escuchan, se desmenuzan, se atienden, se debaten, se rebaten, y se aplican, solo si la persona está interesada en ello.
El mejor modelo de Dirección, o la mejor técnica de persuasión producirán escaso impacto en aquellas personas que no “sienten” la necesidad de aplicarlo. Los argumentos racionales son válidos y necesarios, pero son las emociones las que nos impulsan.
No es necesario utilizar actividades de altura para producir cambios, pero os aseguro que el “anclaje emocional” que genera es un potentísimo acelerador.
Probadlo
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