Cuando analizamos las principales diferencias entre un material sólido y uno líquido, nos encontramos que la diferencia fundamental entre los dos estados radica en la resistencia a la separación de los átomos; mientras que el sólido ofrece una gran resistencia a esa separación, el líquido experimenta grandes cambios cuando es sometido a tensión.
Si trasladamos este principio de la química básica a la realidad empresarial actual, la tensión viene motivada por el entorno cambiante e incierto en el que nos encontramos, agravado por la situación económica vivida en los últimos años. En estos contextos, las compañías necesitan maximizar su capacidad de cambio y de adaptación a las nuevas realidades económicas y sociales, y es precisamente el trasladar la idea de “líquido”, a los entornos empresariales y sociales, donde surge el concepto de modernidad líquida.
Es Bauman, en el año 2002, en su obra “La modernidad líquida” el que introduce este concepto señalando que “surfeamos las olas de una sociedad líquida siempre cambiante – incierta – y cada vez más imprevisible” y es este principio, el que aplicado a los modelos de liderazgo, concluye en la necesidad de un liderazgo líquido en el entorno empresarial actual.
Una vez que conocemos la realidad de nuestro entorno empresarial, y asumimos su incerteza, necesitamos apostar por un modelo de gestión que apueste por la flexibilidad y la adaptabilidad a los cambios del contexto económico, ya que, los modelos clásicos de liderazgo, que atribuyen a una única persona cualidades especiales y únicas, no son suficientes para responder a las necesidades de las organizaciones actuales.
En esta búsqueda surge de nuevo el concepto Liderazgo Líquido, donde lo líquido lo representa la capacidad de adaptarse a los cambios del entorno, y esta adaptabilidad no está asociada a una sola persona, sino a las competencias de la propia organización.
De este modo, los liderazgos compartidos -en los que se crea conjuntamente una oferta, producto o servicio relevante para un cliente -, el trabajo en equipo, y otros modelos que lleven asociado el intercambio de poder, o incluso difuminado, son modelos que responden de modo satisfactorio a un entorno variable como en el que a día de hoy nos encontramos en las organizaciones.
Concentrar, en un único profesional, todas las características que necesita un líder en un entorno volátil y cambiante como en el que nos encontramos, es una ilusión, ya que necesitaría cualidades excepcionales todo el tiempo. El único camino para solucionarlo es “Licuar” las organizaciones y los liderazgos.
“El talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos” Michael Jordan.
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