No hace falta remontarse muchos años atrás para escuchar paradigmas que relacionaban un sector o unas posiciones empresariales con un sexo en concreto. Si hablábamos del textil, nuestro pensamiento recreaba a una mujer; sin embargo, si pensábamos en el mundo de las ingenierías, nuestra mente ya hablaba de un hombre. ¿Esta idea se ha modificado?
La sociedad está cambiando, de manera lenta y todavía insuficiente, pero se están consiguiendo avances. El sexo nunca debería ser condicionamiento para desarrollarnos en la vida, y mi responsabilidad es seleccionar personas con habilidades y con competencias. La diversidad es una fuente de aprendizaje, de mejora para las compañías y para las personas que las integran. En la actualidad es más habitual encontrar mujeres en puestos de responsabilidad relacionados con la dirección de recursos humanos y con comunicación. Sin embargo, nos queda mucho por avanzar en posiciones relacionadas con el negocio y todavía más en puestos ejecutivos en los que la presencia de la mujer en España no alcanza más que el 10%.
Directoras de operaciones, consejeras delegadas, directoras generales de diferentes áreas empresariales, no debe haber techo, ni barreras. Aunque los datos sigan siendo demoledores, se observan cambios y también hay que recogerlos y valorarlos. En sectores que tradicionalmente han sido y se han considerado eminentemente masculinos, la presencia de la mujer hoy ya es un hecho, como es el mundo del motor, pues el sector del automóvil también es de mujeres.
Este sector tampoco puede vivir ajeno al cambio que está viviendo la sociedad, una transformación que demuestra la necesidad de contar y proporcionar igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer a la hora de acceder a puestos de trabajo. La carrera profesional ya no tiene sexo, tiene que ver con esfuerzo, ambición y mérito.
Aunque sin duda las compañías debemos reflexionar sobre cómo proporcionar el caldo de cultivo óptimo para acelerar esta realidad. Este hecho comienza en establecer políticas de conciliación entre la vida personal y profesional, en la necesidad de trabajar en organizaciones orientadas al resultado a través de las personas y la confianza en sus capacidades. En todas ellas prima el cumplimiento de objetivos y no las horas de presencia, en ellas los sistemas y modelos de promoción son claros, trasparentes, objetivables, dando igualdad de oportunidades y de visibilidad a todos los integrantes de la compañía.
Pero, ¿de dónde surge este cambio? Si hacemos una valoración del proceso formativo de las personas, empezamos a observar una alteración positiva en la formación superior. Así, según los últimos informes del Ministerio de Educación, el 54% de los estudiantes de las universidades públicas eran mujeres. Si nos fijamos en la tasa de graduación en nuestro país, descubrimos que las féminas nos graduamos más, con el 40% frente al 24% de los hombres. Nosotras seguimos estando mucho más presentes en la escala educativa, pues el 55% del alumnado de máster es femenino y en cuanto al doctorado, el 51% también es mujer. Somos la mitad del mercado laboral; un mercado laboral formado y con habilidades esenciales.
Todos estos porcentajes son muestra del cambio tan importante que vive la sociedad. Nuestra formación e interés nos permiten ser gestoras, responsables, directoras y ejecutivas de productos muy diversos, desde coches, tejidos, hasta materiales de construcción. Y esto mismo sucede con las áreas de una empresa. Podemos ser responsables y administradoras de los recursos humanos, de las finanzas, de las operaciones…
En definitiva, nuestra sociedad avanza en materia de diversidad y de respeto a la diferencia. Nos queda mucho por avanzar, pero hemos llegado para quedarnos en igualdad.
Los comentarios están cerrados.