Continuando con mi labor altruista de pedagogía social, como me comentaba un acomodado; escribo este texto ante mi preocupación por el estado anímico colectivo de desilusión, desencanto, frustración e impotencia de muchos españoles.
España es un gran país, con una rica historia, con un patrimonio cultural, artístico, y científico. Somos muchos los que nos sentimos orgullosos de ser españoles; de formar parte del capital humano de una gran nación.
Podemos superar las circunstancias adversas y difíciles por las que estamos atravesando, que nos retan ante un futuro incierto, en un mundo cambiante y exigente. Necesitamos motivación colectiva a todos los niveles: institucional, político, y social. Debemos creérnoslo, somos ciudadanos de un gran país, con potencialidad suficiente como para estar presente en posiciones destacadas, en todos los ámbitos, a nivel mundial.
Lo que necesitamos desde mi punto de vista, de manera urgente, para afrontar las emociones negativas de miedo, ansiedad, preocupación, desánimo, etc., es una terapia estratégica organizacional, en el contexto de una inmensa organización llamada España.
Es muy interesante que desde ámbitos financieros y económicos, se reconozca que la crisis es también de valores. De comportamientos tóxicos, nocivos y muy perjudiciales para la sociedad. Actitudes egocéntricas carentes de honestidad, ética, transparencia, solidaridad, austeridad, que han costeado el buen vivir de unos pocos en detrimento de la ciudadanía.
La mejor imagen de España son sus rostros: caras que comunican alegría de vivir, compromiso solidario, satisfacción de logros alcanzados, sonrisas de convivencias compartidas. La marca España puede recuperar su credibilidad en el exterior si reflexionamos sobre nuestra historia en los últimos quince años, donde han destacado las caras de: triunfaores, acomodados, cuentacuentos, expertos en humo, compadres; que utilizando el maquillaje, y con la connivencia de distintos sectores de la sociedad, se han fotografiado en tantas ocasiones, que han distorsionado gravemente la realidad del pueblo español.
Por mi parte, señor lector, voy a continuar luchando por mejorar la marca España, dando la cara, comunicando los valores que mis padres y profesores me inculcaron; valores que me ayudan a transmitir mis ideas y conocimientos, y a sentirme orgulloso como ser humano y como español.
Si de mí dependiera, regeneraría la clase política, dejando a los que de verdad tienen vocación de servicio, que además de preparación, tienen nuevas y buenas ideas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Y echaría a quienes han demostrado ser malos políticos, por sus comportamientos egocéntricos y nocivos para nuestro país.
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