Últimamente he tenido la oportunidad de asistir a varios encuentros de recursos humanos en los que se han expuesto algunas de las nuevas tendencias en la gestión de personas. Uno de los cambios más significativos que se están viviendo es la simplificación de procesos en busca de una mayor eficiencia.
La evolución que están experimentando en general las empresas en los últimos años, y en particular dentro de la función de Recursos Humanos, está llevando a una adaptación de sus políticas y prácticas. Se están produciendo cambios en el panorama socioeconómico y empresarial, que implican distintas formas de hacer las cosas, buscando la innovación y la creatividad, en un clima de fuerte disrupción con lo anterior.
Llama la atención de forma particular la aplicación de dicha simplificación en la evaluación del desempeño. Tradicionalmente se ha venido midiendo el desempeño de un modo bastante reglado, con procedimientos relativamente complejos de evaluación.
Pues bien, algunas grandes empresas ya están sustituyendo la evaluación tradicional por un sistema mucho más simple, sin tanto formalismo, consistente en establecer un feedback con el empleado a través de diversas conversaciones informales a lo largo del año. Finalmente, el jefe dispone de una bolsa de dinero, y decide personalmente el establecimiento de cada gratificación.
¿Significa esto que las evaluaciones han muerto? Al menos, no de momento. Pero sí es cierto que las conversaciones de rendimiento están comenzando a sustituir a un sistema de evaluación que quizá en bastantes ocasiones no ha funcionado del todo bien, y en el que mirando al pasado se podían perjudicar en muchas ocasiones las expectativas de futuro de personas potencialmente válidas.
Hemos ido evolucionando del “Rank and yank”, vieja teoría empleada hace algunos años por Jack Welch en GE, en la que el 10% de empleados con inferior rendimiento eran despedidos sin contemplación, -y cuyos efectos secundarios se demostraron absolutamente nocivos para las empresas-, a nuevos sistemas en los que prima la interacción entre managers y empleados, en beneficio de todas las partes.
La realidad, nos guste o no, es esta tendencia de eliminación de normas y barreras técnicas que dificultaban el trabajo, dando paso a una simplificación generalizada en la gestión de personas.
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