En un mundo ideal, recibir el feedback de nuestros empleados o de nuestros superiores, debería hacernos sentir más motivados. Sin embargo, con demasiada frecuencia, el efecto que produce esta retroalimentación es, precisamente, el contrario. La manera en la que percibimos lo que nos dicen, condicionará, y mucho, nuestro modo de enfrentarnos a los comentarios. O, mejor dicho, a las críticas.
Parece ser que nuestro cerebro registra las críticas como amenazas. O sea que, si nos dicen algo que no nos gusta, de inmediato nos ponemos a la defensiva, convencidos de que debemos actuar. Un comentario negativo nos afecta mucho más que otro positivo, que tendemos a olvidar con cierta facilidad, corriendo el riesgo de darle más importancia de la que realmente tiene a aquello que dijeron malo sobre nosotros o sobre nuestro trabajo.
Entonces, ¿qué podemos hacer para darle el valor justo a los comentarios que recibimos, ya sean positivos o negativos? Es una pregunta difícil de responder, pero allá van algunas reflexiones personales que quizá te ayuden en la evaluación del desempeño.
El feedback debe ser siempre entendido como una manera de mejorar nuestras habilidades y, de progresar. Creo que los comentarios nos ayudan a determinar si vamos en la dirección correcta y si tenemos que mejorar en algo y nos ayudan a recibir mejor las críticas sin perder la cabeza. En este sentido, mantener reuniones informales con nuestros superiores de manera periódica puede ser una buena manera de corregir errores sobre la marcha.
Por otro lado, creo que todos debemos estar dispuestos a escuchar, incluso aquello que no queremos oír. SI lo que nos dicen entra en conflicto con la imagen que uno tiene sobre sí mismo, en lugar de pensar inmediatamente en el mensaje de respuesta que enviaremos para defendernos, quizá sería mejor recapacitar sobre si, algunos cambios en nuestro modo de hacer las cosas, pueden mejorar nuestro rendimiento. Por lo tanto, hay que escuchar lo que realmente nos están diciendo, en lugar de interpretar lo que podrían o no, querer decir. Pregunta todo lo que consideres necesario hasta asegurarte que el comentario que te hicieron está justificado sobre unos hechos concretos.
Otro aspecto a tener en cuenta es saber controlar las emociones porque si lo que nos dicen no coincide con lo que queremos oír, nuestra primera reacción lógica será de rabia y, también de descontento. Pero es importante mantener la calma. Y si piensas que la opinión personal y, no la profesional, están influenciando al evaluador, pide otra opinión. Ahora bien, si las respuestas son similares, quizá sea verdad que debes cambiar algo.
Nadie es perfecto. Todos cometemos errores. Lo que tenemos que hacer es aprender de la experiencia y crecer con ello. Unos resultados negativos en tu evaluación no tienen por qué acabar con tu carrera profesional, pero sí debes mirar esa información con perspectiva y entender qué se hizo mal en el desempeño de las estrategias o en la práctica de tus conocimientos para que el error no vuelva a repetirse. Si es necesario, solicita formación para mejorar.
En definitiva, en nuestra mano está decidir qué hacemos con los comentarios que recibimos, bien encogernos de hombros y hacer como que no pasa nada, o tomar conciencia de los errores y aprender de ellos. Después de muchos años, trabajando con responsables de gestionar a las personas, he aprendido que uno de los secretos del éxito estriba en tener una mentalidad positiva y orientada al crecimiento. Y no sólo al crecimiento profesional, sino, sobre todo, a una mejora de las capacidades que nos pueden diferenciar para bien o para mal. Se trata de cultivar el deseo de ir más allá de los límites, no conformarnos con lo que hacemos y tener ganas de seguir aprendiendo.
Los comentarios están cerrados.