¿Te puedo tuitear?

Cómo han cambiado las cosas… La tecnología se ha ido colando en nuestras vidas de una forma sutil, como inocente, hasta ocupar un lugar central en muchos casos y, desde luego, llevándose por delante las formas tradicionales de relacionarnos entre nosotros, especialmente en el entorno laboral.

No me refiero sólo al hecho de que el trabajo sin ordenador, sin impresoras, sin escáner, sin smartphone…  sea algo impensable (¿alguna vez se ha quedado la oficina sin conexión y, de pronto, nadie sabe qué hacer y no puede dar un paso? ¿Dónde está el papel? ¿Dónde está el teléfono?). Tampoco me refiero a la posibilidad de trabajar con personas que se encuentren físicamente en otras ubicaciones, ya sean cercanas o tremendamente lejanas, a través del video o de la voz, compartiendo documentos, conectando a varias personas.

No. Me refiero a algo que va mucho más allá, al impacto que especialmente la tecnología móvil está teniendo en la forma de trabajar y en el modo en que nos relacionamos unos con otros, especialmente cuando hablamos de los más jóvenes, conectados permanentemente a través de las redes sociales.

Según el estudio “La Sociedad de la Información en España 2014”, elaborado por Telefónica, más de 21,4 millones de españoles han accedido a internet a través de sus dispositivos móviles en 2014 (4 millones más que el año anterior). Los smartphones representan el 81% de los teléfonos móviles en España y la venta de tabletas en nuestro país se ha incrementado en un 68% en el último año. Los españoles somos internautas dedicados, estimándose la cifra de personas que se conectan diariamente en 20,6 millones.

Para facilitar nuestra integración e incluso supervivencia en este entorno digital e interconectado, me propongo revisar algunos conceptos importantes y sus implicaciones, que debemos conocer para coger el tren de la tecnología e integrarnos en la nueva dinámica:

• Inmediatez: Todo lo queremos YA. Consumidores, lectores, usuarios, clientes, compañeros, nos hemos acostumbrado a recibir información en plazos cada vez más cortos. La tecnología nos lo permite, en nuestra vida privada lo hacemos, la expectativa está ahí. Las marcas lo saben y por eso se preocupan de gestionan la relación con sus clientes a través de community managers responsables de dar respuesta a las dudas, comentarios y sugerencias que sus usuarios transmiten en las redes. En el entorno laboral ocurre lo mismo. Enviar un correo es sinónimo de recibirlo y de acción esperada.  Nadie es anónimo, o al menos no del todo. Las redes te conocen, bien por tu propia iniciativa o por la de otro. Podemos acceder a cualquier experto en cualquier tema y en cualquier lugar del mundo en cuestión de minutos.

• 24/7: Disponibilidad total. La frontera física se ha roto. Especialmente los perfiles de gestión, directivos o no, y los comerciales, están a un clic de distancia. Ello nos permite reaccionar ante temas importantes aunque no estemos en la oficina, pero también exige una reflexión sobre horarios adecuados y expectativas razonables.

• Límites y control: Ambos aspectos guardan estrecha relación. Al hilo del punto anterior, resulta casi imprescindible establecer unos límites sobre cuándo y cómo queremos utilizar estas herramientas, no sólo en relación a nosotros mismos, sino también en relación a nuestros interlocutores, internos o externos (compañeros, jefes, colaboradores, clientes y proveedores).

En la misma línea, un ejercicio sano es aprovechar las posibilidades de configuración que los diversos dispositivos y plataformas nos ofrecen a efectos de privacidad de información, personalización, notificaciones, etc.

• Colaboración: Un entorno tan dinámico y tan conectado ha propiciado una “economía de la colaboración”, en la que además de los intereses individuales, sean de una persona o de una organización, las posibilidades de compartir información y de darnos visibilidad unos a otros facilitan el trabajo colaborativo, en la que cada integrante aporta algo al todo, el resultado es mejor y facilita relaciones a largo plazo.

• Conversación: Todo lo anterior, la inmediatez, la colaboración, la accesibilidad, giran en torno a la conversación. Los momentos de contacto digital son espacios de tiempo breves en los que el intercambio de información se realiza de forma ágil y concreta. Respondiendo, construyendo y creciendo en cada interacción.

• Contenidos: Y en esa conversación, lo más importante es el contenido. En fondo y forma. Según las circunstancias, según plataformas, el contenido podrá  tener cierta envergadura (Dropbox), o deberá ser la mínima expresión (Twitter); podrá ser muy visual (Instagram) o habrá de ser multimedia (YouTube). Lo importante es aportar valor, sea cual sea la forma de hacerlo. Valor al otro y valor para uno mismo. Y siempre, siempre, contar una historia. De esto también saben mucho las grandes marcas de consumo, que cada vez más centran su publicidad en el storytelling.

• Obsolescencia: No nos podemos confiar. Cada día surgen nuevas plataformas, nuevas aplicaciones que nos permiten hacer determinadas cosas y que van encontrando su hueco en nuestro día a día. Primero fueron las fotos, luego el Whatsapp, y finalmente LinkedIn, Twitter,  Dropbox, … pero existen infinidad de utilidades que, incorporadas en nuestro Smartphone, nos pueden facilitar la vida tremendamente. Mantenernos al día de estas novedades y herramientas de productividad nos ayudará a seguir el ritmo. Igualmente, debemos saber cuándo una aplicación ha cubierto su ciclo y se ve sustituida por otra mejor o más útil.

• Mundo 1.0: Como idea final, me gustaría destacar la importancia del mundo tal y como lo conocíamos, de las relaciones personales, de las reuniones, las comidas y las conversaciones telefónicas. Estudios recientes sugieren que las nuevas generaciones, nativos digitales, han ganado en capacidad de simultanear tareas e información, pero han perdido en su capacidad de mantener conversaciones orales y exponer sus ideas. Lo uno no es mejor que lo otro. Ambos son importantes y el mundo físico y el contacto personal aún tienen su sitio.

Hace no tanto, al conocer a una persona nueva en el ámbito laboral era habitual iniciar la reunión con un “¿Te puedo tutear?”, una expresión cada vez menos frecuente por el aplanamiento generalizado en las jerarquías y un ejemplo de cómo la cultura laboral ha cambiado en los últimos años. En una reunión que mantuve con una agencia recientemente, ocurrió algo que me resultó esclarecedor. La persona a la que fui a visitar me facilitó su tarjeta de visita y yo, sorprendida por la originalidad de su diseño, le hice una foto con mi móvil. Después de guardarla, me propuse subirla a redes para darles a conocer en mi entorno, por lo que me escuché preguntando en voz alta: “¿Te puedo tuitear?”.