Construir equipos apoyándose en la tecnología

Más allá de cualquier aplicación tecnológica, la esencia pura del trabajo de cualquier organización, son, sin lugar a dudas, las personas que la conforman. No sólo por el talento que albergan o por las habilidades que muestran en el desempeño de sus atribuciones o por las aptitudes con las que ponen en práctica cada día su trabajo. 

Por encima de todo esto, debemos situar a cada uno de los individuos que día a día encuentran la razón, o la motivación o la excusa necesaria para cumplir con los compromisos adquiridos en su ocupación. Por eso, es imprescindible que los responsables de recursos humanos sean capaces no sólo de evaluar la capacidad y cualidad de las personas,  sino la actitud que muestran en el ejercicio de sus funciones. Valorar y recompensar sus conocimientos, está bien, pero no es suficiente. Hay que tener en cuenta también esos otros valores que marcan la diferencia entre un buen profesional y un profesional excelente.

 En el caso de las herramientas tecnológicas sucede algo muy similar. En el mercado encontramos hoy por hoy, un amplísimo y variado conjunto de aplicativos que permiten mejorar la gestión de los recursos humanos. Pero realmente, existen muy pocas soluciones y/o servicios que puedan aportar un valor diferencial que combine funcionalidad y rentabilidad. Aplicativos que asuman el reto de sustentar una reingeniería de procesos en organizaciones, en las que, a veces la costumbre, a veces la falta de recursos o a veces, una combinación de ambos elementos, hace que se repitan por sistema, modos y maneras de hacer las cosas que, sin haber demostrado su eficiencia, al menos, facilitan la labor de hacer, aunque sólo sea porque evita tener que dedicar tiempo a aprender un modo diferente de hacer las cosas. 

La flexibilidad y el nivel de exigencia, tanto en personas como en tecnología, deben ser elementos indiscutibles a la hora de seleccionar a unos y a otra. Y, después, la oportunidad de hacer que ambos elementos, imprescindibles para el crecimiento de cualquier organización, tengan la capacidad de complementarse y de retroalimentarse, es estratégico para poder hablar de evolución, de innovación y de modernización. 

Por tanto,  sin perder nunca la perspectiva de las personas y teniendo claro que el foco ha de estar siempre orientado a facilitar el desarrollo de sus funciones, las empresas deben orientar su búsqueda hacia una tecnología que automatice, analice y gestione, “sin molestar”. Pero ¿cómo hacerlo cuando en realidad, cualquier tecnología implica “per se” una reorganización en la forma de proceder, o lo que decíamos antes, una reingeniería de procesos? La respuesta es relativamente sencilla. Con resultados. 

Aquello de “ver para creer” es, al final de todo, el axioma que resume lo que las empresas esperan cuando se plantean integrar nuevas herramientas a sus viejos procesos. Buscan una prueba que les ayude a creer que su inversión tendrá un retorno rápido, que sus equipos serán más eficientes y que sus cuentas arrojarán cifras de rentabilidad, por encima de las conseguidas con anterioridad. 

Los períodos de prueba gratuita, las fórmulas del pago por uso o las estrategias basadas en causa-efecto a corto plazo, ayudan a tomar decisiones minimizando los riesgos. Luego, hay otros factores, como el know how que muestre el proveedor o el expertise acumulado por la propia solución que vuelven a ser determinantes en la toma de decisión. Una decisión en la que debe también sopesarse la gestión del cambio. En este sentido, prevenir y planificar la posible resistencia interna, sin duda, ayudará a vencerla. 

Dicho lo cual, personas y tecnología, dos elementos que empiezan a ser las dos caras de una misma moneda, han aprendido no sólo a entenderse, sino a “utilizarse” en beneficio individual y colectivo de tal manera que hoy en día no se conciben personas sin tecnología y, de momento, tampoco tecnología ajena a las personas.