“Para ser competitivos, no hay que bajar sueldos, sino hacer más con menos» (Juan Roig, Mercadona)
A menudo escuchamos predicciones no muy halagüeñas sobre el futuro del trabajo. Esas predicciones se formulan haciendo proyecciones desde la situación presente y las proyecciones dependen en parte del punto de referencia que se tome.
Pero el problema es que el presente nos condiciona y quizá nos induzca a graves errores por querer usar una bola de cristal que no tenemos. Quién nos iba a decir hace solo 30 años que todo el día estaríamos conectados a internet, que el móvil sería una prolongación de nuestra mano y de nuestro cerebro, o que existirían redes sociales donde recibiríamos información en tiempo real antes que por los medios clásicos, como la prensa, la radio o la tv.
Así pues parece un ejercicio arriesgado atreverse a pronosticar el futuro con dos décadas de antelación. Como mucho podemos aventurarnos a una década y entonces casi lo único posible es una proyección de las tendencias actuales. Si a esto añadimos la crisis económica que ya lleva instalada 7 u 8 años por lo menos, las proyecciones desde el presente no son nada halagüeñas.
Estas proyecciones ¿de que futuro hablan? En principio de un futuro prometedor solo para unos pocos, con salarios bajos, contratos temporales que se prolongan en el tiempo, cambios frecuentes de empresa, outsourcings diversos, emprendimiento por cuenta propia, free lancers, etc.
¿Cuál es la contraparte de esta imagen proyectada? ¿Qué se pide a los jóvenes que comienzan? A cambio se espera de los jóvenes entrega, compromiso, ilusión, innovación, trabajo en equipo, comunicación, en definitiva dar lo mejor de sí mismos. Es decir que se pide mucho más que a los que están ahora en el mercado de trabajo, pero ofreciendo mucho menos. Para que haya compromiso se requiere reciprocidad, una cierta simetría entre oferta y demanda.
Y no es eso lo que sucede, no parece que la relación sea recíproca, sino más bien al contrario muy asimétrica y desigual, por lo que podría pensarse que es poco probable que sea una relación sostenible en el tiempo. Los augures de estas profecías, por el contrario, son profesionales brillantes, bien instalados, con años de antigüedad en sus empresas o negocios. Es como si dijeran “yo he tenido suerte, pero a vosotros, ¡la que os espera!”
Por eso resulta refrescante escuchar al presidente de Mercadona hablar de que no hay que bajar los salarios en la coyuntura actual que es lo que casi todo el mundo hace y las patronales predican sino ser mas eficientes y además compartir el resultado de la eficiencia.
Creo que lo que hay que destacar para los jóvenes es la eficiencia y a través de ella, poder disponer de unas condiciones de trabajo aceptables. Se trata de innovar y de mejorar cada día los procesos orientados al cliente del producto o servicio.
Sabemos que ya no hay ni es sano, hablar de trabajo de por vida en una empresa. Pero de ahí a la precariedad que se dibuja hay una brecha gigantesca. Y si hay condiciones precarias la eficiencia se resentirá, y además nadie plantea fórmulas distintas para paliar esa situación, fórmulas que incluyan ingredientes público/privados donde haya instituciones que den continuidad a la discontinuidad de larga duración, fórmulas por otra parte ya ensayadas por ejemplo en los países nórdicos.
Si no somos capaces de ofrecer a los jóvenes un trabajo futuro que les permita una cierta estabilidad para planificar su vida personal y profesional, acabarán marchándose y los que se van suelen ser buenos, y habrá una pérdida de recursos muy importante, recursos humanos y financieros pues el coste de formación de estas personas ha sido muy elevado, recursos que son el relevo de las generaciones actuales ocupadas que han de costear su jubilación.
“Para ser competitivos, no hay que bajar sueldos, sino hacer más con menos» (Juan Roig, Mercadona)
A menudo escuchamos predicciones no muy halagüeñas sobre el futuro del trabajo. Esas predicciones se formulan haciendo proyecciones desde la situación presente y las proyecciones dependen en parte del punto de referencia que se tome.
Pero el problema es que el presente nos condiciona y quizá nos induzca a graves errores por querer usar una bola de cristal que no tenemos. Quién nos iba a decir hace solo 30 años que todo el día estaríamos conectados a internet, que el móvil sería una prolongación de nuestra mano y de nuestro cerebro, o que existirían redes sociales donde recibiríamos información en tiempo real antes que por los medios clásicos, como la prensa, la radio o la tv.
Así pues parece un ejercicio arriesgado atreverse a pronosticar el futuro con dos décadas de antelación. Como mucho podemos aventurarnos a una década y entonces casi lo único posible es una proyección de las tendencias actuales. Si a esto añadimos la crisis económica que ya lleva instalada 7 u 8 años por lo menos, las proyecciones desde el presente no son nada halagüeñas.
Estas proyecciones ¿de que futuro hablan? En principio de un futuro prometedor solo para unos pocos, con salarios bajos, contratos temporales que se prolongan en el tiempo, cambios frecuentes de empresa, outsourcings diversos, emprendimiento por cuenta propia, free lancers, etc.
¿Cuál es la contraparte de esta imagen proyectada? ¿Qué se pide a los jóvenes que comienzan? A cambio se espera de los jóvenes entrega, compromiso, ilusión, innovación, trabajo en equipo, comunicación, en definitiva dar lo mejor de sí mismos. Es decir que se pide mucho más que a los que están ahora en el mercado de trabajo, pero ofreciendo mucho menos. Para que haya compromiso se requiere reciprocidad, una cierta simetría entre oferta y demanda.
Y no es eso lo que sucede, no parece que la relación sea recíproca, sino más bien al contrario muy asimétrica y desigual, por lo que podría pensarse que es poco probable que sea una relación sostenible en el tiempo. Los augures de estas profecías, por el contrario, son profesionales brillantes, bien instalados, con años de antigüedad en sus empresas o negocios. Es como si dijeran “yo he tenido suerte, pero a vosotros, ¡la que os espera!”
Por eso resulta refrescante escuchar al presidente de Mercadona hablar de que no hay que bajar los salarios en la coyuntura actual que es lo que casi todo el mundo hace y las patronales predican sino ser mas eficientes y además compartir el resultado de la eficiencia.
Creo que lo que hay que destacar para los jóvenes es la eficiencia y a través de ella, poder disponer de unas condiciones de trabajo aceptables. Se trata de innovar y de mejorar cada día los procesos orientados al cliente del producto o servicio.
Sabemos que ya no hay ni es sano, hablar de trabajo de por vida en una empresa. Pero de ahí a la precariedad que se dibuja hay una brecha gigantesca. Y si hay condiciones precarias la eficiencia se resentirá, y además nadie plantea fórmulas distintas para paliar esa situación, fórmulas que incluyan ingredientes público/privados donde haya instituciones que den continuidad a la discontinuidad de larga duración, fórmulas por otra parte ya ensayadas por ejemplo en los países nórdicos.
Si no somos capaces de ofrecer a los jóvenes un trabajo futuro que les permita una cierta estabilidad para planificar su vida personal y profesional, acabarán marchándose y los que se van suelen ser buenos, y habrá una pérdida de recursos muy importante, recursos humanos y financieros pues el coste de formación de estas personas ha sido muy elevado, recursos que son el relevo de las generaciones actuales ocupadas que han de costear su jubilación.
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