24 de noviembre de 2024
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Los dos lados de la tostada

Sin dormir, la noche no fue noche. Su cuerpo no podía, su cerebro no quería. Estiró el brazo hasta alcanzar la mesita de noche, en busca del conmutador de la lámpara, consulto el móvil, la pantalla reflejaba un sórdido número, las 05:52 AM. Estaba sudando. Aquella noche de finales de agosto transcurría lenta, muy lentamente para Raúl, parecía que la luz del amanecer no quería aparecer. Aun no podía digerir esas palabras, ese punto y final, ese futuro roto. Tanto esfuerzo realizado, largas jornadas e ilusiones depositadas en superar retos constantes. La confianza había sido guillotinada en pocos segundos.

El silencio reinaba la estancia, solo el piloto luminoso del televisor iluminaba su dormitorio, era toda una presunción que el día seria magnifico. Había descansado a pesar de su nerviosismo interno. El pensamiento estaba ocupado por un sinfín de ondas cerebrales que les transportaban al futuro inmediato. Lo tenía todo preparado, el traje oscuro, su camisa blanca planchada, la corbata preferida, su mochila, y la agenda profesional con el corte exacto en el 7 de enero. De nuevo repasó y desgranó esos cuatro meses y la entrevista de hacia tan sólo una semana que le había cambiado el rumbo.

¿Porque?, cual había sido el error, en que se había equivocado, no encontraba respuestas a todas las preguntas que se hacía constantemente y que le conducían a un tortura tan estéril, como inútil. La respiración se le entrecortaba, su interior suspiraba, y sintió la sequedad en su garganta, que le obligo a levantarse en busca de saciar no tan sólo la sed, sino la ansiedad, la tristeza, y el desespero del instante.

Se apoyó en el mármol de la cocina y la frialdad le recorrió como un escalofrío por todo su cuerpo.

Estaba empapado, congelado en el pasado inmediato, incapaz y desnudo como persona, de rabia e impotencia. Necesitaba tiempo.

No lo esperaba, a pesar de la confianza que tenía en poder de nuevo… cuando tuvo entre sus manos la oferta… no lo podía creer. Las palabras de su interlocutor le despertaron de la pesadilla de aquellos meses, los pulmones se hincharon de oxígeno puro, el corazón volvió a impulsar por sus arterias ilusión, confianza y responsabilidad. Sólo el café le estaba esperando en ese momento. La familia estaba durmiendo. Era invierno, finalizando periodo vacacional de Navidad, y los niños aún no tenían escuela.

Su mujer, su verdadero apoyo durante ese tiempo, entreabrió los ojos y le ofreció la mejor de las sonrisas.

Se recostó en el taburete de la cocina buscando un apoyo, para no marearse. La familia. ¿Qué sería de ella?, los hijos tendrían un fracasado padre con el que compartir los deberes cotidianos, y su mujer…

¿qué pensaría de él? estaba seguro que lo quería, pero la había decepcionado seguro.

Las sonrisas habían sido sus ansiolíticos, cada sonrisa de apoyo de todos los que le rodeaban le levantaron en volandas en aquellos pocos meses. El resoplar de la cafetera le hizo volver a la realidad para sumergirse en el aroma de la actividad diaria. Se acercó la taza a los labios e inspiro el mejor café que nunca había soñado. Cada sorbo le recordaba todos los pasos dados y la ayuda de Raquel, aquella psicóloga que tuvo la suerte de cruzarse en su camino en el proceso de outplacement que la empresa le había facilitado, sus consejos, su apoyo y su formación fueron claves para llegar al día de hoy.

Se cerraban veintidós años de vinculación, día tras día, pero se abría una herida demasiado profunda como para estar orgulloso de su paso. El café olía amargo, la crema había desaparecido. Cabizbajo miraba el entresijo de la madera del parquet, liado de colores tostados, se perdía entre los tonos del suelo, la columna vertebral no soportaba el peso de unos hombros caídos. Hoy no iría al trabajo, mañana tampoco, pasado mañana tampoco. Necesitaba respirar.¿Por dónde podría empezar?. Su empresa, vaya ironía decir su empresa, ya no lo querían, le había contratado un servicio de outplacement o algo así como ayuda a la recolocación, eso le habían dicho o había entendido. A él le sonaba a puro compromiso.

Raquel lo había acogido, y aunque fue muy dura en sus primeras entrevistas, le hizo ver las oportunidades que habían tras una desvinculación. Con ella repasó el currículum que nunca había hecho, le enseñó como buscar las ofertas por los diversos canales existentes, por las webs de empleos, por las redes sociales, por el networking personal, etc. Y con ella preparó las primeras entrevistas y su seguimiento.

Sentado en el sofá recordó la voz de un amigo en una conversación reciente, -no te preocupes, pásame el cv. ¿El currículum?, pero si no había hecho un currículum en su vida. De muy joven entro en la empresa casi de casualidad (eran buenos tiempos aquellos) y a pesar de estudiar en la universidad, nunca le fue necesario, ni un currículum, ni una simple solicitud de empleo. Ahora sí.

“Has de aceptar que tu situación ha cambiado” esas palabras de Raquel fueron la clave que le abrió el camino y le ayudo a salir del pozo. Una vez reconoció el volver a empezar, el dejar de pensar en el pasado, superar el rencor y afrontar la situación actual le dió el empujón definitivo para llegar al día de hoy. El café le estaba sentando de maravilla.

Miró su entorno, se encontró hundido, sólo y abrumado. Cogió su agenda, y vaya por donde!, hoy debía de haber tenido que visitar a ese cliente tan importante para cerrar una operación, pero no sería él. No había tenido tiempo, ni ganas de enviar un mail a sus contactos, y ¿qué les iba a decir?, que ya no trabajaba…, que lo habían echado…, quedaba mejor decir desvinculado, tal y como se lo habían comunicado , desvinculado, desvinculado, desvinculado…

La tostada estaba preparada y humeante, “Tú vida continua y has de aprender a que hoy no eres peor que ayer”. La confección de unas pautas diarias, una agenda de tareas y obligaciones a realizar, asistir a formaciones, y una sesión de gimnasio periódica fueron componentes imprescindibles en esa recuperación. El cuerpo, su ser, lo necesitaba. La mantequilla resbaló por la tostada entremezclando una serie de colores ocres amarillentos que esperaban la mermelada.

“Te lo vamos a pagar todo”. ¿Todo? Pero si me habían quitado lo más importante de mi vida, la ilusión y la confianza en las personas. ¿Cómo afrentaría ahora la vida sin esas piezas?. -Seguro que en todas partes me trataran igual, si es, que encuentro trabajo… tengo una edad, solo he trabajado en un sitio, y además ¿quién me va a querer?. El sofá era demasiado amplio, su cuerpo muy pequeño. Estaba agotado física y psíquicamente.

¿Frambuesa o albaricoque?, esbozó una sonrisa, y se decantó por la frambuesa. “Ahora tu trabajo es encontrar trabajo”. Y empezó todo. Con Raquel confeccionó su historial y se dio cuenta de sus logros. No lo había hecho tan mal. Desconocía las redes sociales, como buscar trabajo y se adentró en el mundo de la búsqueda activa, que le resultó apasionante. Algunas puertas se le cerraron con decepción, pero muchas se abrieron. Ser positivo, de actitud abierta y recuperar la confiabilidad le permitieron sentirse mejor y con ello encontrar trabajo era cuestión de tiempo. Inevitablemente y como siempre la tostada se partió y cayó de la única parte que puede caer, no pudo reprimir una carcajada.

En un acto reflejo, lleno de ira y rabia lanzo la agenda al sofá, como si quisiera hacer desaparecer todo ese tiempo dedicado. El silencio le ahogaba, los pensamientos eran tan lentos y tan rápidos que solo le llevaban a bucles continuos de su situación ahora ya, traumática. Abatido, perdido, desolado.

Sólo faltaba el beso de despedida a su mujer. “Recuerda ser como tu eres, no otro” El mejor consejo a la hora de afrontar las entrevistas, que fueron muchas y con diferentes interlocutores de diferentes sectores y empresas. Pero fui él mismo. Fiel a sus valores, convicciones y creencias. Se miró en el espejo y en el reflejo se reconoció tal y como era. Ni mejor ni peor, tan sólo su auténtico “Yo”. El tráfico de hora punta, las prisas matutinas y la adrenalina del primer día le estaban esperando.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

A Raúl tan sólo le separaban cuatro meses de esas dos situaciones. Es la misma persona, es el mismo entorno, es el mismo tiempo en hora, pero dos maneras diferentes de sentir, ante situaciones que le marcaron y de las que aprendió. Son las mismas, que muchos profesionales han vivido o están viviendo estos últimos años en nuestro entorno y que han podido y podrán superar, por su esfuerzo personal, por el apoyo de su entorno inmediato y por la ayuda y dedicación de profesionales que cada día conviven con situaciones como la de Raúl.

Son los dos lados de la misma tostada.

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