A mí me gusta explicar siempre como juega a las cartas mi mujer. Ella es de origen nórdico, muy nórdico ;-). No sé si conoces a algún nórdico, pero tienen una parte del cerebro que funciona de otra manera, ni mejor ni peor, de otra manera. Cuando yo reparto las cartas, a veces mi mujer me pide que vuelva a barajar porque no le gustan, «muchas piedras y pocos triunfos» dice ella. Yo me quejo de que eso es hacer trampas, pero sirven de poco mis lamentaciones.
Barajo y reparto hasta que está contenta con lo que le ha tocado, que remedio! Después, cuando coge cartas del mazo, si no le gusta la que le toca la devuelve y sigue sacando hasta que le toca una buena ;-). Yo tampoco me quejo porque ya sé que no sirve de nada. Ella juega así, si te gusta bien, si no, estabas avisado porque de soltera jugaba igual. No es una cosa que le ha cogido con la edad, no, no, jugaba igual hace 20 años. Y lógicamente gana, no va a ganar!, es sueca pero no tonta.
Cuantas personas que hemos nacido en Jerez, Getafe o Montornes del Valles parecemos suecos. En demasiadas ocasiones vamos por la vida como suecos. Tenemos que entender que la vida no es como nos gustaría, ojalá! Dios tiene la baraja y reparte las cartas, y a nosotros nos caen. Si, si, pero nosotros jugamos. Y es la manera de jugar, no las cartas, lo que diferencia a las personas grandes de las mediocres. Tenemos que ser conscientes de que la vida funciona así. No elegimos las circunstancias. Cuantas cosas nos han pasado que no nos gustan? Y las que nos quedan!
Nunca, nunca, nunca podremos cambiar las circunstancias, nunca. Pero siempre, siempre, siempre, sin ninguna duda siempre, podemos elegir nuestra actitud. Esa es la ultima libertad que tenemos como personas, ese espacio nos pertenece, nadie nos lo puede quitar, es nuestra gran responsabilidad. Es verdad que las circunstancias influyen, que el entorno condiciona y a veces mucho, pero sigue existiendo ese espacio en el que nosotros elegimos nuestra actitud. Tú eliges, solo tú. Tú eres el responsable. En cada instante elegimos nuestra actitud, elegimos ser amables o antipáticos, elegimos sonreír o no, elegimos ser positivos o negativos. En cada instante. Por eso cada instante nos acerca un poquito más a la grandeza como personas o nos acerca un poquito más a la mediocridad. Y el gran objetivo que tenemos todos en la vida es luchar cada día, en cada instante, para ser la mejor persona que podemos llegar a ser. Como padres, como profesionales, como amigos, … Ser lo mejor que podemos llegar a ser. Y eso se consigue sabiendo elegir en cada instante la mejor actitud posible con las cartas que nos han tocado.
Para elegir siempre la mejor actitud, habría que dejarse guiar por estas dos preguntas: «como puedo ser mejor persona?» y «como puedo ayudar a los demás?». Estas son las dos preguntas que nos ayudan en todo momento a elegir nuestra mejor actitud, deberían ser nuestra brújula, sin desanimarnos cuando no nos ajustamos a ellas y volviendo a la lucha diaria por lograrlo. Enfocada así, eligiendo en cada instante nuestra mejor actitud, la vida es brutal, es apasionante. De este modo vas convirtiendo nuestra vida, en cada instante, en una obra de arte. Ese es al final nuestro gran reto, hacer de nuestra vida una obra de arte con las cartas que nos van tocando, y que a los 114, cuando palmemos, aparezca San Pedro y viendo nuestro fantástico trabajo solo pueda decir tres palabras: «ole, ole y ole!».
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