Vislumbrando las primeras luces al final del túnel, algunas empresas están analizando la posibilidad de incrementar los salarios tras muchos ejercicios de no poder hacerlo. Inmediatamente, como si no hubiésemos aprendido nada de toda esta larga travesía por el desierto, algunos revolucionan los pasillos cuestionando los incrementos exigiendo la publicación de los salarios individualizados y evitar así discriminaciones a escondidas.
Este déjà vu, muy lejano, nos permite abrir el debate sobre cuándo es recomendable publicar los salarios individualizados y el impacto de esta política de transparencia en la motivación y los conflictos provocados por los celos de los menos recompensados.
Sociológicamente, en los países latinos no somos capaces de hablar de nuestro propio salario. Nos invade de repente una vergüenza extraña que nos impide hablar de nuestros ingresos. Somos capaces de mentir y decir que ganamos más, o bien menos según nos convenga, con tal de no dar pistas sobre nuestra situación real. De ahí que algunos lo expresen en neto, otros en mensualidades, sin tener en cuenta las pagas extras como si no existieran, otros olvidan el bonus: “bueno es que eso no es sueldo” suelen decir justificando el olvido, y la mayoría ni siquiera recuerda los beneficios sociales, como si carecieran de importancia. Aunque a veces les den hasta coche, parece que no computa en el total. En fin, que el deporte consiste en que no se sepa nuestra verdad.
Se suele criticar con más o menos fortuna, en los medios de comunicación, las transparencias que sobre esta materia existen. Así por ejemplo la retribución de los alcaldes, diputados y ministros, o del presidente de gobierno, son expuestos a la luz pública de forma desvergonzada, incluso a menudo utilizando artimañas para que parezcan mayores, como lo de transfórmalos en pesetas, eso sí anteponiendo el adjetivo “antiguas”. Se puede escuchar en la radio frases como “y el ministro gana 10 veces el salario mínimo”. Con un acento de vergüenza por lo que se asimila a un desfalco o algo parecido. Dicho ministro cobraría por tanto unos 60.00 euros brutos mensuales o sea 72.000 euros anuales, un sueldo normal para posiciones directivas. Sin embargo, cuando hablamos de los futbolistas, cambiamos la barra de medir moralmente las retribuciones. Hace sólo unos días se hizo público que Messi ganará, a partir de la próxima temporada, 20 millones netos.
¿Por qué no se dice que el salario bruto de Messi, es decir, la cantidad que tendrá que desembolsar su club será superior a 40 millones de euros anuales?¿Por qué a los políticos y directivos se habla de cantidades en bruto y a los deportistas en netos? (sólo es el doble…).
El salario es íntimo. En primer lugar, porque desde más de 30 años, la individualización salarial se ha desarrollado de tal forma que nadie acaba cobrando lo mismo. El salario no es lo que se cobra a la hora, o el importe que dice el convenio, o el neto que nos llevamos a casa el mes pasado. El salario es más complejo que todo eso. La retribución variable, cada vez más importante depende de la consecución de objetivos alcanzada, objetivos que pueden ser individuales o grupales o ambas cosas a la vez. Los beneficios en muchas empresas son a la carta y dependen de las necesidades de cada persona. Por tanto ya vemos que cada retribución es un mundo, y las circunstancias que la rodean son muy diversas.
Por el contrario, la empresa debe comunicar con absoluta nitidez las reglas del juego. Cómo funciona la política salarial. Que hay que hacer para ganar más. Porque cada uno gana lo que gana. Y eso es realmente lo que interesa. Saber que el vecino gana más que tu solo trae envidias y recelos. Saber que cuales son mis objetivos, saber si voy bien o mal, saber qué debo hacer para tener mayor retribución, para ascender y tener un puesto de mayor calado y mejor remunerado, eso sí que es recomendable, para el empleado.
La transparencia salarial viene no por la exposición de las nóminas individuales sino por la comunicación de la política salarial, las bandas salariales, las matrices de mérito aplicadas, los objetivos que hay que alcanzar, y lo que se puede conseguir. Pero también comunicando a cada persona, como va con respecto a sus objetivos, que desempeño tiene, que se piensa de él. Las subidas salariales individuales, han de comunicarse por escrito pero siempre después de una evaluación adecuada, y siempre que se haya comunicado anteriormente la política salarial. No puede tratarse de una carta sorpresa en la uno ve si le ha tocado como si de una lotería se tratara. Sin embargo la política salarial bien explicada y basada en el mérito, o sea en los buenos resultados son sin duda uno de los mejores alicientes para seguir mejorando.
Hay dos tipos de empresas: las que no distinguen a los que lo hacen bien de los que lo hacen regular, y las que premian más a los mejores empleados. El primer tipo de empresa solo acaba teniendo un tipo de empleados: grises. Y así se vuelven los que trabajan bien, y así se quedan o se van, porque nadie reconoce su esfuerzo y al final eso es descorazonador. Las otras empresas, las que premian a los mejores, consiguen por una parte mayor implicación de los empleados que desean ganar más, y eso no es ser mercenario, pero además, consiguen que los no son tan buenos se esfuercen porque saben que así, podrán mejorar económicamente, y eso a lo largo del tiempo redunda forzosamente en un mejor desempeño general de la compañía.
En conclusión, transparencias sí, desnudos no.
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