El uso abusivo de la tecnología, las notificaciones constantes y la sobrecarga de información suponen una distracción frecuente en el día a día e interfieren con la realización de tareas y la capacidad de concentración en las mismas.
Agotamiento mental, bajada de la productividad, aumento de los niveles de estrés y ansiedad, fatiga visual y física y falta de sueño reparador son algunas de las principales consecuencias que causa la falta de concentración por el uso constante de la tecnología.
El entorno actual, altamente digitalizado, ha puesto de manifiesto una preocupación creciente sobre la capacidad de la población para mantener un enfoque sostenido en tareas que requieren concentración profunda, como el estudio, el trabajo o la resolución de problemas complejos. Así, la denominada «sociedad de la distracción», donde hay que hacer frente a constantes estímulos y demandas de atención, puede tener un efecto negativo sobre la capacidad de mantener el foco.