Un 13,6% de la población ocupada en España (unos 2,6 millones de personas) teletrabajaba de forma total o parcial y un 84% desearía poder teletrabajar. No todo el mundo, sin embargo, lo ve con los mismos ojos ya que más de la mitad (58,5%) de los empleados prefiere trabajar en oficina porque considera que desde casa se disminuye el contacto social, se propicia la sobrecarga de tareas y no hay una conexión real con la empresa. Cuando son las empresas las que opinan, los datos muestran que un 35,8% no planea implantar el teletrabajo porque no considera que eleve la productividad y expone que dificulta el trabajo colaborativo y entorpece la cultura organizativa.
Muchas compañías, en busca de la fórmula perfecta para atender a las necesidades y los deseos de unos y otros, opten por la semipresencialidad: es decir, apostar por la vuelta a la oficina, pero permitiéndole al empleado teletrabajar algunos días a la semana. Eso no solo implica la necesidad de mantenerse igual de productivo, sin importar el contexto en el que uno desarrolle su jornada laboral, sino también garantizar una continuidad en el uso de archivos, aplicaciones y, sobre todo, datos.
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