Los datos indican que las medidas implementadas siguen sin ser suficientes, ya que no cumplirán los objetivos de cero emisiones netas para 2050 y tendrán como resultado una brecha de emisiones de CO² de 23 a 27 gigatoneladas con respecto a lo que debe implementarse para 2050. Con un pronóstico tan alarmante, las potencias mundiales están focalizándose en dos estrategias principales: en primer lugar, se está llevando a cabo una adaptación energética que se aleja de los combustibles fósiles y que otorga un nuevo protagonismo a los países con altos niveles de materiales críticos. En segundo lugar, las políticas industriales están siendo impulsadas con distintos enfoques por país para fomentar el desarrollo del sector de forma nacional.
Actualmente, el sector energético supone el 73,2% de emisiones globales de efecto invernadero y el 80% del consumo de energía proviene de combustibles fósiles. Para reducir drásticamente estos números, los gobiernos deben iniciar un alejamiento de los combustibles no renovables; una situación compleja para aquellas economías que dependen de la producción de energías fósiles.
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