En un mundo cada vez más impulsado por la tecnología, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un recurso de valor para la gestión del talento. Las organizaciones de todo el mundo están reconociendo el potencial transformador de la IA en la forma en que reclutan, fidelizan y desarrollan a su personal. En este contexto, se están desplegando nuevas estrategias que aprovechan al máximo esta tecnología emergente para mejorar la gestión de los trabajadores.
Tanto es así que muchas compañías ya están implementando esta tecnología en su día a día, de hecho, según un estudio de Michael Page, más del 77% de las empresas están utilizando o explorando el uso de la IA.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la inteligencia artificial no ha sido creada para reemplazar a las personas, sino para complementar y mejorar su desempeño en el trabajo. Además, hay habilidades fundamentales para la resolución de posibles situaciones complejas, imprescindibles para el buen funcionamiento de las empresas, que la IA no puede realizar de manera autónoma y eficiente, como la creatividad o el pensamiento crítico. En este sentido, otro ejemplo claro de ello son las denominadas soft skills o habilidades sociales, habilidades cada vez más importantes en el entorno laboral y en las que, sin embargo, poco puede intervenir la IA.
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