Hewlett-Packard no sólo espió a sus directivos para averiguar quién filtró información a la prensa sino también a los propios periodistas, una vuelta de tuerca más en una saga que deja en muy mal lugar al icono de Silicon Valley.
Los investigadores privados contratados por la multinacional de la informática Hewlett-Packard (HP) espiaron las llamadas telefónicas hechas por dos reporteros de "Cnet", una revista online de tecnología con sede en San Francisco; otro del "The New York Times" y otro más de "The Wall Street Journal".
En el caso de "Cnet", por ejemplo, sus periodistas escribieron en enero un artículo sobre la reunión que mantuvieron varios directivos de HP con el director ejecutivo de la empresa, Mark Hurd, para diseñar la estrategia a largo plazo de la compañía informática.
Un artículo que al parecer sentó mal a la presidenta de HP, Patricia Dunn, quien autorizó una investigación para descubrir qué fuentes habían utilizado los reporteros.
Los investigadores contratados por Dunn utilizaron el método conocido como "pretexting" y que, en suma, consiste en llamar a una compañía de teléfonos simulando ser su cliente para obtener información sin contar con el permiso del cliente en sí.
Un sistema que roza la mentira o suplantación de la identidad y que no gusta nada al fiscal general de California, Bill Lockyer, que ya ha manifestado su intención de investigar a la empresa.
"Claramente se ha cometido un crimen en este caso", dijo Lockyer en declaraciones al "San Francisco Chronicle". "Lo que no está claro es por parte de quién. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad?", se preguntó el fiscal.
En opinión de algunos expertos, esa responsabilidad llega hasta la mismísima presidenta de la compañía, de donde presumiblemente partieron las órdenes de espiar a los directivos y los periodistas.
Al margen de la suerte de Dunn, quien dijo el viernes que no pensaba abandonar su puesto al frente de la multinacional, el escándalo llega en mal momento para una empresa que lucha por recuperar el lugar que ocupaba entre los líderes de la industria y que siempre se ha preciado de su estilo de dirección (el emblemático "HP Way" o "estilo HP").
Se trata de un estilo que quedó maltrecho tras la agitada fusión con Compaq y la expulsión de su controvertida directora ejecutiva Carly Fiorina. En realidad todo este lío se debe, aunque indirectamente, a lo ocurrido con la salida de Fiorina.
Un comité interno de HP descubrió que el directivo George Kenworth había revelado información a la prensa sobre las deliberaciones del Consejo de Dirección que condujeron al despido de Fiorina, en febrero del año pasado.
Quien "tiró de la manta" (destapó) en este escándalo no es otro que el inversor y ex directivo Thomas Perkins, quien criticó a la multinacional por espiar llamadas de teléfono y correos electrónicos sin su permiso y abandonó su puesto en protesta por estas prácticas.
Perkins, un personaje famoso no sólo en el campo de las finanzas sino también entre la prensa rosa, en virtud a su matrimonio con la escritora súper ventas Danielle Steel, promete dar más guerra y ha pedido a la fiscalía y a la Comisión del Mercado de Valores (SEC, siglas en inglés) que investigue a fondo la cuestión.
Al margen de la suerte de Dunn, la cuestión podría tener implicaciones en el ámbito periodístico ya que, como señaló "Cnet" en un comunicado emitido el viernes, estas acciones no sólo violaron los derechos a la privacidad de sus empleados sino también "los derechos de todos los reporteros a proteger sus fuentes confidenciales".
Ocurra lo que ocurra, se trata de una actuación propia del "Gran Hermano" que deja en mal lugar a la empresa a la que desde su fundación en 1939 en un garaje de Palo Alto se reconoce como la semilla que dio lugar al californiano Silicon Valley.
Como se preguntaba retóricamente la revista "Cnet" el viernes, "¿acaso forma parte este espionaje a directivos y periodistas del nuevo 'estilo HP'?".
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