Los andaluces son los españoles que antes deciden descolgarse del sistema educativo. Así lo revelan los datos de la Encuesta de Transición-Educativo-Formativa e Inserción Laboral elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, por encargo de los ministerios de Educación y Ciencia (MEC) y Trabajo y Asuntos Sociales. Esta encuesta, pionera en España y una de las primeras de estas características que se realizan en el seno de la Unión Europea, analiza de forma sistemática las diferentes pasarelas que se establecen entre la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), el Bachillerato, la Formación Profesional (FP), los cursos del Plan Nacional de Formación e Inserción Profesional y los programas de las Escuelas Taller y Casas de Oficios.
El estudio, en el que se han estudiado las trayectorias formativas de 45.500 jóvenes menores de 25 años entre los cursos 2001-02 y 2004-05, refleja que el 94,3 por ciento de los jóvenes españoles que terminan la ESO continúa en el sistema educativo el curso siguiente. Ocho de cada diez lo hace iniciando estudios de bachillerato y el 14,5 por ciento se decanta por los módulos formativos de grado medio.
Sólo hay tres comunidades autónomas –Andalucía, Asturias y Murcia– cuyos porcentajes están por debajo de la media nacional que fija en 5,7 por ciento el número de estudiantes que tras acabar la ESO abandonan el sistema educativo. Por contra, las regiones que presentan mayores porcentajes son Navarra, con un 99 por ciento de alumnos que pasan al nivel postobligatorio, País Vasco, con un 98 por ciento, y Aragón, con un 97,3 por ciento.
El caso andaluz es el más grave de los únicos tres que arrojan cifras por debajo de la media nacional, ya que el estudio del MEC establece en un 92,6 por ciento el montante de alumnos que opta por matricularse en el Bachillerato o FP después de haber obtenido su título de graduado en ESO. Esta cifra es la más baja de las diecisiete autonomías y contrasta poderosamente con la recomendación de la UE de que todos los países miembros aumenten la tasa de personas con estudios de educación superior, de tal modo que en 2010 el 85 por ciento de los andaluces de entre 20 y 24 años tendrá que ser titulado en bachillerato o haber concluido con éxito un módulo superior de FP; un índice que en la actualidad se encuentra veinte puntos por debajo de este objetivo.
Andalucía, según revelan los datos de la propia Consejería de Educación publicados en el borrador de la Ley de Educación de Andalucía, también está por debajo de la media nacional en el porcentaje de alumnos que promociona en el 4º curso de ESO. Así, en el curso 2002-03, el último cuyos datos están disponibles, el 75,82 de los españoles matriculados en ese nivel educativo obtuvo el gradudado en ESO, mientras que en Andalucía la tasa se situó un punto y medio por debajo, en el 73,49 por ciento. Además, sólo uno de cada dos andaluces inscritos en el último curso de la Secundaria Obligatoria tenía la edad teórica de 15 años fijada para esta etapa de la enseñanza.
No todos los que abandonaron la ESO sin llevarse el título a casa se alejaron definitivamente del sistema educativo. Un 32,7 por ciento de ellos volvieron a tener contacto con la escuela: el 17,8 por ciento optó por conseguir el título de la enseñanza obligatoria por programas de estudios para adultos; un 15,4 se matriculó en FP de Grado medio y un 8 por ciento realizó algún curso de garantía social.
Los jóvenes que concluyeron estudios superiores consiguieron más y mejores contratos que aquellos que no obtuvieron el título mínimo de ESO. Al finalizar el lapso de tiempo estudiado por el MEC, el 36,7 por ciento de los jóvenes que no terminaron la ESO obtuvo un contrato de carácter indefinido, cantidad que se elevó al 55,6 en el caso de los titulados en grado medio de FP y al 56,2 por ciento de quienes obtuvieron el grado superior.
En cualquier caso, la FP se revela como el mejor vivero laboral de los niveles estudiados. Según la encuesta del MEC, el 82,2 por ciento de quienes finalizaron el grado medio obtuvo algún trabajo significativo en esos cuatro años. Además, la mayoría de quienes hicieron un grado superior se decantó por su inserción en el mundo laboral. Seis meses después de terminar los estudios, el 55,2 por ciento estaba trabajando y si la cifra no es mayor es porque muchos de ellos optan por dar el salto a la universidad.
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