José Ángel lleva cinco meses en tierra sin poder hacerse a la mar. Dos médicos del Instituto Social de la Marina le negaron el certificado que necesitaba para trabajar, según él, por ser seropositivo. "Me truncaron un futuro que yo creía bastante prometedor".
Portador del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) desde hace 14 años, este pontevedrés residente en Barcelona decidió presentar su currículo a una oferta de trabajo de la que le llamaron muy interesados. El requisito era realizar un curso de prevención de riesgos laborales.
Algo aparentemente sencillo se transformó poco a poco en un calvario. En un primer momento, en el Instituto Social de la Marina le pusieron numerosas pegas para concederle dicho curso. Tras superar los primeros obstáculos, previa reclamación ante el Ministerio de Agricultura y Pesca, José Ángel consiguió el diploma que le abría las puertas a su nuevo trabajo en barcos de pasaje que viajan a las Islas Baleares.
Pero antes necesitaba un certificado en el que figurara que era apto para desempeñar su futuro empleo. Los médicos que le atendieron, ante su condición de portador del VIH, le solicitaron todo tipo de papeles y pruebas acerca de su estado de salud. Las incesantes y muchas veces innecesarias peticiones posponían continuamente la concesión del certificado.
José Ángel no toma medicación para el VIH, nunca la ha tomado. El único tratamiento que sigue es con metadona, pero hace años que está desenganchado de las drogas. No tiene ningún problema que le impida desempeñar su trabajo, ni éste ni ninguno de los muchos que ha tenido a lo largo de su vida, pero todo eran inconvenientes.
"Todo eran trabas, trabas y más trabas. Me pedían todo tipo de papeles", explica José Ángel. Finalmente, le entregaron un permiso para trabajar exclusivamente en barcos pesqueros que faenaran en aguas de la costa catalana, lo que daba al traste con sus expectativas laborales.
Hasta tres especialistas corroboraron que las condiciones de un barco de pesca eran nocivas para la salud de José Ángel, pero las doctoras pasaban por alto todas estas recomendaciones. "Llegué a preguntarles si era algo personal. Pero su actitud era arrogante. Una de ellas me decía que me separara dos metros al hablar con ella, como si la fuera a contaminar".
La denuncia
Las protestas del marino y de los médicos que le tratan habitualmente en el Hospital del Mar de Barcelona cayeron en saco roto. La única solución era demandar. José Ángel acudió al Observatorio de Derechos Humanos y VIH/Sida de Red2002 y desde allí le pusieron en contacto con Montserrat Mirabet, ahora su abogada.
"He estado a punto de tirar la toalla muchas veces por el trato tan vejatorio y por sentirme tan impotente por no poder decirles a estas señoras lo que me han hecho. Me han quitado la ilusión. Dije la verdad y no tenía que haberlo hecho", se lamenta.
Ante la injusticia cometida, José Ángel se pregunta para qué sirve todo el esfuerzo de su vida, lo que le ha costado salir adelante, si ahora han truncado sus sueños. Pero si se volviera a ver en la tesitura de revelar que es seropositivo u ocultarlo, no tiene ninguna duda, "mi obligación moral es decirlo".
CRISTINA DE MARTOS
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2006/11/30/hepatitissida/1164909459.html
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