Hace tiempo que en el País Vasco comenzó a resquebrajarse el tópico que enviaba a la Universidad a los que servían para estudiar y al resto, a los centros de Formación Profesional. La FP ya no es el cajón de sastre donde iban a parar los alumnos menos capacitados, sino una rama de la enseñanza que se ha labrado un creciente prestigio.
Las estadísticas corroboran su grado de aceptación: casi la mitad de los alumnos vascos -cerca del 48 por ciento- optan por estos estudios tras finalizar la Enseñanza Secundaria Obligatoria o el Bachillerato. De ellos, la gran mayoría encuentra trabajo: las tasas de ocupación rondan el 80 por ciento, con picos que superan el 90 por ciento en las ramas más industriales.
A punto de cumplirse una década desde la aprobación del Plan Vasco de Formación Profesional, estos estudios mantienen intacta una gran tradición, «mucha mayor que en cualquier comunidad» a juicio de Iñaki Mujika, viceconsejero de Formación Profesional.
Las escuelas de maestría y la alianza con el tejido empresarial explican el arraigo de este tipo de enseñanza, que ha recibido el constante apoyo de las Administraciones públicas vascas y cuya labor, según Mujika, ha sido fundamental en algunas épocas, como en la gran crisis de los comienzos de la década de los 90.
«Teníamos unas tasas de desempleo enormes y los centros de FP hicieron una labor extraordinaria formando a estos trabajadores, muchos de más de 40 años, en las nuevas tecnologías». Este periodo fue decisivo para que el Gobierno Vasco decidiera impulsar definitivamente con un plan específico estas enseñanzas que, además de a jóvenes en edad escolar, también se dirigen a trabajadores que siguen formándose.
En este tiempo, las cifras asociadas a la FP no han hecho más que engordar. Del 25 por ciento de los estudiantes que hace años se decantaban por estos estudios se ha pasado a casi la mitad. En el presente curso 2006/07, de los alumnos matriculados en enseñanzas post obligatorias en Gipuzkoa, 10.249 han optado por el Bachillerato y 8.905 por los ciclos formativos de formación profesional. El porcentaje -46,49 por ciento- es casi igual en los territorios vecinos: en Vizcaya, 15.614 han escogido el Bachillerato y 13.235 los ciclos formativos, mientras que en Álava suponen 4.796 y 4.225 respectivamente.
Otro de los saltos más espectaculares es el protagonizado por las mujeres, cuya participación en la FP inicial representa el 44 por ciento de la población estudiantil. Aunque su presencia es muy desigual en las 22 familias profesionales y los 138 títulos que se ofertan. Por ejemplo, en los ciclos de imagen personal suponen un 98 por ciento, en Sanidad un 88 por ciento, en Administración un 80 por ciento y en Comercio y Marketing un 72 por ciento.
«Sin embargo, su participación en los ciclos de las familias industriales, que tienen un grado muy alto de inserción laboral, es prácticamente testimonial», asegura el viceconsejero. Las estadísticas confirman las reticencias de las chicas a estudiar titulaciones como las de la familia de mantenimiento de vehículos autopropulsados (2 por ciento), la fabricación mecánica o la electricidad y electrónica (7 por ciento). Para Mujika, es hora de cambiar el chip, «aunque sabemos que a la sociedad en general, a los padres o a las jóvenes les cuesta verse en la fabricación mecánica, por ejemplo. Estos puestos no tienen nada que ver con lo que eran hace años».
De hecho, muchas chicas o sus padres rechazan estos estudios porque consideran que físicamente no están preparadas para realizar algunos trabajos que requieren, por ejemplo, llevar peso. «Pero si un hombre tampoco tiene que llevar más de 15 kilos. Para eso están las grúas y otros artilugios. Una mujer puede hacer perfectamente este tipo de trabajo, y las chicas que se han animado, y que además tienen los mejores expedientes, están funcionando muy bien».
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