Las empresas recurren cada vez más a agencias de detectives privados para comprobar que los trabajadores de baja laboral no realizan otras actividades, especialmente en época de vendimia.
«La picaresca es algo que va muy unido con los españoles y creo que no se podrá cambiar», resumen desde la Agencia de Detectives Aipasa, de Logroño.
Cada vez, más empresas recurren a sus servicios para constatar si un empleado que se encuentra de baja lo está realmente o si, más bien, ha preferido tomarse unas vacaciones o desarrollar otro trabajillo mientras recibe el subsidio de la Seguridad Social.
«Hemos tenido muchos casos curiosos en los que nuestras pruebas siempre han sido concluyentes para que se logre un despido procedente del trabajador», indica un detective.
Por ejemplo, el caso de un obrero en una fábrica de hilados que solicitó la baja por una presunta lumbociática, es decir, una dolorosa lesión de espalda y nervio ciático. Sin embargo, la agencia Aipasa, bajó solicitud de la compañía para la que trabajaba, comprobó con sorpresa como la ciática le impedía ir al curro, pero no dar clases de boxeo.
La sentencia, del pasado año, aseguró que el 'lesionado' «se giraba, flexionaba y agachaba» así como golpeaba el saco delante de sus alumnos, algo «incompatible con la dolencia que supuestamente padecía», por lo que consideró que se trataba de un despido justificado.
«También hemos comprobado que en septiembre o en verano, en las fiestas de los pueblos, se producen ciertas bajas sospechosas para los empresarios. Después de vigilar al trabajador, los hemos visto vendimiando o de camareros en los bares para ganar un sobresueldo mientras cobran por la baja», indica este detective.
«Hemos visto ejemplos en los que el trabajador llegaba a entregar un parte de baja casi a rastras y, unas horas después, lo encontramos cavando en el huerto», prosigue.
«Habitualmente, además de la solución al caso concreto del absentista, se acaba con el mal clima que existe en las empresas cuando saben que un compañero está engañando a la empresa, lo que les anima también a pedir la baja a los demás», añade.
Un trabajo para detectar el fraude «no suele durar más de dos, tres o cuatro días», en los que se comprueba la veracidad de los hechos. Después de hablar con conocidos o vecinos y observar qué hace el 'lesionado', se toman fotografías o vídeos que sirvan como pruebas en el caso de que se quiera llevar el caso a juicio. «Jamás ningún juez ha rechazado las pruebas y siempre han salido sentencias favorables», concluye.
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