Han pasado diecisiete meses desde la entrada en vigor de la Ley Antitabaco. Casi año y medio de normativa, con dudoso cumplimiento en algunos sectores y con grandes logros en el ámbito laboral.
Las nuevas exigencias de aquel 1 de enero del 2006 dispararon la demanda de terapias para dejar de fumar a lo largo del 2005, sobre todo en su último semestre, que se ha mantenido en progresivo crecimiento hasta la actualidad. Son 352 los vallisoletanos que el año pasado accedieron al programa de deshabituación tabáquica de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y 2.255 en toda la comunidad. Además, 18.628 fumadores de la región, frente a los 17.916 del 2005, reclamaron asistencia en su centro de salud, según los datos facilitados por el Comisionado Regional para la Droga de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades.
Las terapias de la organización no gubernamental han llegado a más de doble de personas que hace tres años. Sin embargo, pese a este crecimiento general de demanda para dejar de fumar, las solicitudes realizadas desde las empresas para sus trabajadores han desaparecido por completo. Así, mientras en el 2006 once centros de trabajo, que sumaron doscientos empleados participantes de los programas para dejar la adicción, solicitaron a la AECC sus terapias, llevadas a cabo en los lugares de trabajo o en la asociación, este año el interés por las mismas ha desaparecido, explica Pablo Rebollo, responsable médico de estos tratamientos.
Las empresas ya no solicitan terapias de deshabituación tabáquica para sus trabajadores y no lo hacen -en opinión de este facultativo, de médicos de familia del programa de Sacyl y según reconocen algunos empresarios- porque el temor a una incidencia en el ritmo de trabajo, a que las salidas de los empleados a la calle para fumar perjudicaran la producción, no se ha cumplido y no han visto la necesidad de lograr el abandono de la adicción en el lugar de trabajo. Por ello, la demanda se ha restringido por completo al ámbito particular. Eso sí, en continuo crecimiento, en especial en las zonas rurales. Así, mientras en el 2004, 134 personas iniciaron los tratamientos de grupo o farmacológicos que ofrece la AECC, el 2005 registró 298 y 337 el pasado ejercicio. En estos primeros cinco meses del año ya son 145 las personas que han participado en el programa.
En cuanto al servicio de deshabituación tabáquica de Atención Primaria, que se implantó en el 2005 en todos los centros de salud, también registra un incremento; aunque más ligero.
La AECC recibe 18.100 euros de subvención de la Junta por provincia y otros 2.100 del Ayuntamiento.
Según explican Pablo Rebollo y María Teresa Fernández Díez, terapeutas de la citada organización, las terapias tienen entre el 45 por ciento y el 60 por ciento de efectividad; aunque muchas veces se supera tal porcentaje y las mujeres suponen casi el doble de los participantes. «Es falso -destaca Rebollo- que ellas tengan peores resultados». En cuanto al empleo de fármacos, no llega al 10 por ciento los que necesitan recurrir a ellos junto con los tratamientos psicológicos. La decisión sobre su empleo es por consenso entre el fumador y el terapeuta y depende de los casos y circunstancias. Respecto a las denuncias, en Valladolid solamente se han presentado 31.
Los datos de venta de tabaco del Ministerio de Economía y Hacienda constatan esta tendencia al descenso del consumo. Así, mientras entre el 2003 y el 2004 hay un crecimiento del número de cigarrillos, tabaco para liar o puros vendidos del 1,2 por ciento, entre este último año y el 2005 se modifica la tendencia alcista para registrar el primer descenso del consumo en un 6,4 por ciento. Los primeros tres meses de este año constatan un descenso en 693.022 cigarrillos.
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