Muchos ejecutivos dedican su tiempo libre a aquéllos que quieren seguir sus pasos hacia el éxito. Una labor que trasciende las aulas y cambia la forma en la que ven su trabajo diario en la empresa
¿Quién no recuerda al menos a un profesor que le haya marcado a lo largo de su vida? En el colegio, el instituto, la universidad… no importa el lugar, que en verdad es un momento en el tiempo, sino lo que queda en la memoria: la figura de ese docente que, al margen de su situación personal, lo daba todo a diario para conseguir hacer de sus alumnos buenas personas y mejores profesionales. Este mito, lejos de pertenecer a la ficción, se hace cada día más patente en las escuelas de negocio y no sólo en una única dirección. Sus maestros, la mayoría de ellos profesionales de prestigio —y que por regla general tienen las agendas más ocupadas que sus colegas— sienten la misma sensación cada vez que pisan un aula. Enseñar es tanto o más enriquecedor que aprender, porque cada alumno es una persona y, en el mundo empresarial, toda una oportunidad para emprender nuevos y apasionantes proyectos.
Vocación por enseñar
Éste es el caso de Felipe González Abad, director general de Savia Amadeus que comenzó a dar clases nada más acabar sus estudios superiores en la universidad. «Empecé como profesor no numerario mientras tenía una beca con Iberia», reconoce este físico de carrera al que ni si quiera el trabajo «extra» que tenía que realizar para acabar el doctorado le quitaba su ilusión por enseñar: «Fueron entre diez y once años duros, daba clases en diferentes facultades y seguía con la beca».
Pero a González Abad le esperaban otra clase de pupitres. «Hubo un cambio bastante drástico en mi departamento —explica—, tras el que abandoné la docencia durante un tiempo para retomarla unos años más tarde desde el área de la empresa». De la ciencia a la estrategia, el director de Savia Amadeus imparte periódicamente clases de márketing y bases de datos de distribución. «Empecé y sigo en el Instituto de Empresa [en la actualidad dentro del máster en Dirección de Empresa Turística] pero también imparto clases en la Universidad del Mediterráneo y otros centros hispanoamericanos de prestigio», afirma. Pero si hay algo de lo que esté orgulloso González Abad es de realizar una tarea que le enriquece como persona: «Es como la quina Santa Catalina, que es medicina y es golosina. Al principio suponía una ayuda económica pero luego vi que me obligaba a reflexionar sobre el contenido de mi trabajo y a tratar de formalizarlo convirtiéndolo en una disciplina académica».
Asignatura en la que, además, le gusta especular. «Algunos colegas usan el método del caso, buscan soluciones pero a mí me interesa que aprendan pensando en que éstas son múltiples, como hacían mis profesores conmigo en la facultad de Químicas», explica mientras reconoce que esta práctica le hace mantener un contacto «diferente» cuando se encuentra con sus alumnos fuera de las aulas. En este sentido, el director general de Savia Amadeus reconoce que «es interesante ver cómo cuando coincides con ellos en un proyecto o empresa como compañeros, siguen guardando los tics de la relación profesor/alumno, aunque les insista en que ya no se da esa situación».
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