La aparición de nuevas enfermedades es inevitable. Cambia la forma de viajar, la de relacionarse con las personas, la de trabajar; y como consecuencia de esos y otros cambios surgen también problemas de salud desconocidos. El último reto para los sistemas sanitarios de los países avanzados se llama lipoatrofia semicircular y se trata, por lo que se sabe hasta ahora, de una complicación presumiblemente benigna; que asusta, y mucho, a quien la padece; y que se disemina entre los empleados de edificios inteligentes. En España la padecen, de momento, más de 400 trabajadores, mujeres en su mayoría. El departamento de Trabajo y Seguridad Social del Gobierno Vasco estudia ya los primeros casos en Euskadi, localizados en una empresa privada de Vizcaya y en la Consejería de Educación en Gipuzkoa.
La lipoatrofia, también llamada lipodistrofia, es una patología que comenzó a diagnosticarse hace medio siglo, como una enfermedad no rara, pero sí poco frecuente, según explicó el dermatólogo Miguel Zaldua, de la clínica Guimón, de Bilbao. Las hay de diversos tipos, aunque todas ellas tienen rasgos comunes. Un trastorno del metabolismo provoca una redistribución anormal de la grasa corporal, que provoca pérdidas y acúmulos en la pelvis, los muslos, las nalgas y también en la cara y la espalda.
Algunos fármacos antirretrovirales, los que se utilizan para contener el avance del virus del sida, tienen como efecto secundario la aparición de este problema, que los medicamentos de nueva generación intentan evitar. La lipoatrofia se ha hecho popular, sin embargo, cuando empleados de grandes compañías, operarios que trabajaban en instalaciones inteligentes, donde supuestamente todo es perfecto, comenzaron a sentirla en sus propias carnes. El primer brote se registró en marzo del año pasado en la sede de Gas Natural en Barcelona, donde en la actualidad se contabilizan ya más de 400 casos.
Como si se tratase de una epidemia, la enfermedad se extendió después a varias oficinas del grupo La Caixa en la Torre Agbar, sede del grupo Aguas de Barcelona; a oficinas del Banco Sabadell y al propio Sistema de Emergencias Médicas de la Generalitat en Hospitalet de Llobregat. El goteo no ha cesado. La semana pasada se supo que la nueva sede de Telefónica en Madrid también se ha sumado a la que llaman enfermedad de la oficina con al menos otros veinte casos más de esta extraña pero, por lo que parece, benigna enfermedad.
Los 'focos' vascos
El País Vasco tampoco ha quedado libre de ella. La primera noticia de la lipoatrofia semicircular en Euskadi saltó el pasado abril en las instalaciones que la conocida empresa de transportes Azkar tiene en el polígono industrial de Boroa, en Amorebieta, actualmente una de las zonas de mayor expansión industrial de Vizcaya. Un nuevo foco ha aparecido ahora en el mismísimo Gobierno Vasco, en un edificio de la calle Andía de San Sebastián.
El inmueble alberga las sedes territoriales de dos departamentos, el de Educación -que es el área afectada- y el de Vivienda y Asuntos Sociales. Se sabe que hay seis personas afectadas. El Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales, Osalan, confirmó ayer la apertura de sendas investigaciones para clarificar si, como parece, se trata de episodios de la enfermedad de la oficina, pero no aportó detalle alguno.
¿Qué se sabe en torno a esta enfermedad? De momento, poco, pero tranquilizador. Los especialistas que la tratan dicen que no se conocen con exactitud las causas de la dolencia, pero sí que es reversible. Las investigaciones llevadas a cabo en Bélgica, donde se dieron los primeros casos, apuntaron a que la electricidad estática y la costumbre, el tic, de menear de manera imparable la pierna, de golpearla una y otra vez contra la mesa, están directamente relacionadas con la lipoatrofia. «Pero no son las únicos factores que la desencadenan, existen al menos otros veinte», apunta el dermatólogo Miguel Zaldua.
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