Cansada de dormirse durante el día en los lugares más inapropiados, Eva G., de 33 años, pidió visita en la unidad de trastornos del sueño del Hospital Clínic, que acumula una espera de casi dos años, y el pasado jueves le tocó: ingresó a las ocho de la mañana, le insertaron unos electrodos en la piel, bajo el cabello, de los que salían cables, y atendió las instrucciones. Solo tenía que estar tranquila, leyendo o meditando, e intentar hacer cinco siestas a lo largo del día. El aparato registraría la actividad eléctrica de su cerebro. Eva es una de las 1.660 personas con trastornos del sueño que han pedido visita en este hospital. La demanda es superior en un 40% a la de hace cinco años y sigue creciendo.
El Clínic y el Hospital de Vall d'Hebron son los únicos centros catalanes que atienden las alteraciones del sueño, entendidas como los daños colaterales de una organización social que ha trascendido los ciclos naturales de la luz. Las empresas establecen turnos laborales de día y noche sin que su actividad lo justifique y las televisiones emiten de madrugada la programación más divertida. El 20% de la población activa española cambia cíclicamente de turno laboral y sufre frecuentes trastornos a la hora de dormir.
El diagnóstico de estos malestares es lento, ya que trata de objetivar la falta de sueño, una cuestión aún más subjetiva que el dolor. Combina la participación de neurólogos, neu-
mólogos, psiquiatras y otorrinos.
HABLANDO O CONDUCIENDO
Determinar por qué el paciente no descansa al ir a la cama exige comprobar, con la máxima aproximación posible a la realidad, cómo es el sueño de quien relata que no duerme jamás o de qué forma descansa quien está preocupado porque se queda dormido mientras trabaja, o conduciendo un vehículo, o incluso disertando en voz alta y frente a un auditorio en una conferencia de carácter profesional. (Es un caso verídico).
El insomnio es el trastorno más extendido, aunque no el que origina más demanda de ayuda médica. El insomne siempre relata que no duerme, algo que en realidad solo sucede a "dos o tres personas" de las que son visitadas en el Clínic cada año, asegura el neurólogo Joan Santamaría, coordinador de la unidad.
"Sufrir insomnio es no poder dormir cuando uno quiere o no hacerlo durante el tiempo que se necesitaría para descansar lo suficiente", afirma. La mayoría de las personas que acceden a las pruebas del sueño duermen a ratos y, en total, lo hacen tres o cuatro horas cada noche. "Es una cantidad insuficiente y que deja secuelas, pero que a los afectados no les gusta reconocer porque tienen la sensación de que no han dormido ni un minuto", dice Santamaría.
INTERRUPCIONES CONSTANTES
En el otro extremo están los hipersomnes o afectados por somnolencia diurna persistente. Observando su dormir, se descubre que muchos están adormecidos durante el día porque su sueño nocturno sufre constantes fragmentaciones e interrupciones que impiden el descanso verdadero.
En muchos hombres, en especial si tienen exceso de peso, la causa del descanso sincopado son los ronquidos con apnea –paros en la respiración– que les causa una obstrucción gestual entre la nariz y la garganta, por donde ha de pasar el aire. Muchas mujeres sufren somnolencia porque de noche sus piernas no están quietas. Y no descansan.
No dormir lo suficiente tiene unas consecuencias fisiológicas de gran importancia. "De hecho, sin dormir no se puede vivir –asegura la neurofisióloga Odile Romero, coordinadora del servicio de trastornos del sueño en el Vall d'Hebron–. La privación continuada del sueño impide mantener la vida mucho antes que el acto de dejar de comer". No dormir conduce a un estado de "estupor", explica, que impide coordinar todas las órdenes que el cerebro emite al resto del organismo.
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