Aunque algunos sí reconocen que puede afectar a más de lo normal, los dolores del regreso a la actividad laboral son casi un mito.
Cada año la misma historia. Por estas fechas, el paso de la tumbona y la playa a la silla y el despacho (o al lugar de trabajo que sea) parece traumatizar a más de uno. Se habla de estrés, de cansancio, de insomnio e incluso de ansiedad. Y múltiples estudios hablan de cifras de personas que padecen el conocido como síndrome posvacacional. Pero en la realidad, tal síndrome no existe. De hecho, no se considera una afección. Ni tampoco está tipificado como sí ocurre con los daños psicológicos derivados del acoso laboral o mobbing.
Algunos pueden sentirse más o menos agobiados en su vuelta a la rutina laboral. Aunque todo se debe al cambio brusco de hábitos tras las vacaciones, tal y como aseguran expertos y psicólogos. «Siempre hay casos puntuales con personas con un determinado perfil, pero no es una cosa que deba generalizarse. También depende del tipo de trabajo que tengamos , lógicamente», explica Jordi Tous, director del máster en gestión de Recursos Humanos de la Fundación URV.
Como volver al colegio
En este sentido, se intenta desmitificar el mal llamado síndrome. «La vuelta al trabajo no es distinta, por ejemplo, de cuando de pequeños debíamos ir cada lunes al colegio. En ese momento nos daba pereza porque no valorábamos el aprendizaje que eso nos aportaba. Quizás en ese sentido sí somos todavía un poco infantiles», ilustra Tous.
Éste considera que «a veces parece moda estar deprimido y otras, por ejemplo, estresado. Y de ésta última se habla como algo muy general. En cambio, estar estresado realmente implica una concepción positiva del término. Para adaptarte al trabajo, a una situación de actividad, necesitas estar estresado, a tope. Pero no hay que adelantarse a la situación antes de que ésta llegue».
Además, hoy en día en muchos trabajos no se sabe exactamente con qué se encontrará uno. «Son faenas cada vez más difíciles de predecir. Antes no era así», añade Tous. Esa incertidumbre también puede provocar cierta inestabilidad emocional, aunque precisamente por ser de este modo, el trabajador debería estar acostumbrado a ella.
Con todo, el psicólogo relativiza la transición vacaciones-trabajo. «Es una cuestión puramente de adaptación. Esto lógicamente puede provocar desajustes horarios e incluso intestinales. La primera semana siempre se nos puede hacer más larga, aunque poco a poco nos vamos acostumbrando», comenta.
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