Lumbalgia, dermatitis, sorderas, problemas de fertilidad o incluso enfermedades infecciosas: la actividad profesional puede pasar factura
Si necesita una excusa para odiar aún más su trabajo, aquí tiene una: le está perjudicando la salud. Dolores de espalda, tendinitis, cefaleas y sorderas son sólo algunas de las posibles consecuencias físicas de la actividad profesional. Según un estudio de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo (Eurofound), el 35% de los trabajadores europeos cree que su actividad profesional afecta a su salud. No hace falta desempeñar una profesión de alto riesgo, como bombero o minero: cualquier trabajo, por apacible que parezca, puede provocar algún tipo de lesión.
Lo más frecuente son las molestias musculoesqueléticas derivadas de las posturas y los esfuerzos realizados en el trabajo, que afectan al 75% de los trabajadores según la VI encuesta de condiciones de trabajo elaborada por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
SOBRE TODO, EN LA ESPALDA
Manel Fernández, presidente de la Asociación de Especialistas en Prevención y Salud Laboral, explica que estas molestias "se dan en la mayoría de los sectores, tanto en profesiones que exigen un esfuerzo físico como entre el personal de oficina, que pasa mucho tiempo delante del ordenador forzando la musculatura con una posición anatómicamente incorrecta". Y es que el 55,4% de los españoles realiza en su trabajo movimientos repetitivos de manos o brazos y un 52,4% se ve obligado a mantener constantemente la misma postura. El resultado son molestias localizadas, especialmente en la zona lumbar (sobre todo entre los empleados de la agricultura y la construcción), en el cuello y en la zona alta de la espalda.
Otro problema muy habitual son las sorderas: se calcula que más de 13 millones de europeos sufren pérdidas auditivas por desarrollar su actividad laboral en un entorno de ruido elevado. Algunos de los sectores con mayor riesgo para el oído son la construcción, la metalurgia, la minería, la industria gráfica o la industria de la madera. Además, los expertos aseguran que el ruido en el trabajo favorece los trastornos cardiovasculares, produce problemas de voz y puede constituir un riesgo para el feto durante el embarazo.
La piel también puede sufrir en el trabajo: según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, en la última década se ha duplicado el número de pacientes con dermatitis derivadas de la actividad profesional. Los más afectados son los empleados de la construcción, peluquerías, fábricas de conservas, metalurgia, fundición, limpieza e industria gráfica. Manel Fernández destaca que algunas profesiones están sometidas a riesgos menos evidentes pero muy graves, como los biológicos: "Por ejemplo, los trabajadores del sector alimentario manipulan constantemente animales o comida que puede no estar bien controlada – destaca-, y el personal de investigación suele manejar virus, vacunas y otros productos potencialmente peligrosos. En cuanto al sector sanitario, que implica a miles de personas, o los cuerpos de seguridad, como los trabajadores de prisiones, el personal está a menudo en contacto con enfermedades infecciosas como sida o hepatitis". Además, el 27,5% de los trabajadores manipula o respira productos tóxicos o nocivos, especialmente en la construcción y la industria. Algunos, como el amianto, pueden tener efectos cancerígenos.
Pere Creus, portavoz del departamento de salud laboral de CC. OO. de Catalunya, lamenta que en general los trabajadores no son conscientes de todos estos riesgos para su salud porque "no tienen la suficiente formación ni información", sobre todo los de pequeñas empresas con menos recursos dedicados a la prevención de riesgos laborales. Por eso, "cuando sufren alguna dolencia o enfermedad muchos no se imaginan que pueda haber sido causada o agravada por su trabajo y acuden a su médico de cabecera en lugar de a la mutua". El resultado, lamenta Creus, es que "se dan muchísimas más enfermedades laborales de las que oficialmente se declaran".
Nuria Peláez
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