Los cambios acelerados en la forma de vida, una sociedad excesivamente competitiva, dificultades de adaptación y fácil frustración e incapacidad para aceptar el sufrimiento. Son sólo algunas de las causas, junto a la mejora de los diagnósticos, que explican el preocupante incremento de la incidencia de la depresión y la ansiedad entre la población.
Un nuevo estudio de la Red de Médicos Centinela de la Consejería de Sanidad revela que en el 25% de los casos el motivo de consulta médica en un centro de salud de Castilla y León es precisamente la depresión. Es decir, que uno de cada cuatro pacientes acude a su médico de familia por un trastorno mental que les provoca un sufrimiento emocional, o físico, o ambos.
Tras los trastornos musculoesquelético y las enfermedades vasculares es la tercera causa de visita al facultativo, la segunda en bajas laborales sobre todo por su duración y el 80% de los casos están tratados en Atención Primaria, sólo los muy graves con intentos autolesivos o de suicidio llegan a Especializada, según datos de un estudio del Boletín de Enfermería de Atención Primaria.
Los datos sobre sedantes y antidepresivos de la red centinela de Castilla y León analizan los primeros nueve meses del año con 764 casos de prescripciones de estos fármacos. Su registro permite establecer, en la misma línea que otros trabajos, que el 66% de los afectados son mujeres y que es, entre los 40 y los 49 años, cuando más casos se registran.
El tratamiento farmacológico se prescribe en el 97% de los casos y en el 49% de las consultas es el médico el que toma la iniciativa y es que, en la mitad de los casos, el paciente no acude a consultar problemas psíquicos o emocionales sino otro tipo de síntomas físicos que solapan un verdadero problema mental.
La razón de este ocultamiento, generalmente no intencionado, es el estigma que las enfermedades que afectan a la mente siguen teniendo. No es así para estos profesionales que interpretan «tan normal la ayuda farmacológica y médica para una depresión como para una hipertensión», explican los que día a día constatan que este estudio revela «la más latente realidad». Dentro de estas consultas, los síndromes ansiosos y depresivos son los más frecuentes, 60% y 30% respectivamente y, en tercer lugar, con el 23% los trastornos del sueño, según la red centinela.
No sólo los cuadros depresivos y ansiosos han aumentado su presencia en las consultas y diversos estudios estadísticos así lo constatan, los propios facultativos son conscientes de este incremento «porque es muy notable de un año para otro, no es necesario comparar largos periodos». Además, el gasto farmacéutico revela claramente este incremento en el diagnóstico y tratamiento de casos.
Después de los fármacos para úlceras y antiácidos, del grupo de analgésicos y antipiréticos y de los antiinflamatorios y antirreumáticos, los ansiolíticos es el tipo de medicación más frecuentemente dispensada y, a no mucha distancia, los antidepresivos. Además, en los últimos tres años, el crecimiento en el consumo de este último tipo de terapias ha sido superior al 10% en Palencia. Así, en el 2005 se contabilizaban 79.002 envases de antidepresivos vendidos; al año siguiente, 81.864 y, en el 2007, 90.024 envases.
En tan sólo dos ejercicios, estos fármacos han aumentado en más de 10.000 los antidepresivos consumidos en la provincia. En cuanto a los ansiolíticos, su empleo es muy superior, de 159.456 en toda la provincia, 11.000 más que en el 2005. En toda Castilla y León, el gasto farmacéutico por este concepto es de 6,1 millones de euros en tranquilizantes y de 39,4 en antidepresivos. Los datos de la última década apuntan a que el consumo de estos últimos se ha multiplicado por cerca de tres en casi todas las provincias de la región.
Los datos del citado estudio de la Consejería recuerdan que la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que, en el año 2020, la depresión será la segunda enfermedad mundial en frecuencia y la primera causa de baja laboral. Actualmente, se estima unas tasas del 10%, que suben al 20% si se analizan los casos que describen algún síntoma depresivo.
El aumento de estos trastornos es general en toda España. Castilla y León registra incluso unas tasas más leves, aunque el mismo porcentual aumento.
Destaca el estudio de la red centinela que «nos encontramos ante un problema de magnitud importante y no siempre detectado correctamente». Aproximadamente el 65 % de los trastornos de ansiedad y depresión se quedan sin diagnosticar o se hace de forma incorrecta. Destaca asimismo que la actualización de los conocimientos científicos a través de la formación continuada y la existencia de guías favorece la tarea de los profesionales de Atención Primaria en este área, pero que aún hay un claro desconocimiento de la epidemiología de estos cuadros clínicos, razón por la cual esta red inició su registro de casos con la finalidad de profundizar en estos trastornos adaptativos, de lograr un diagnóstico temprano, realizar actuaciones de promoción y prevención y establecer las derivaciones adecuadas al nivel especializado.
La Consejería de Sanidad ha constatado en los últimos años el aumento de las enfermedades mentales también en el nivel hospitalario. Así, mientras en el año 2000 fueron 26.596 las personas que acudían a una consulta psiquiátrica en la comunidad, el ejercicio del 2006 constató 38.770 enfermos.
El incremento, aunque desigual e incluso con un leve descenso en el año 2003, desde el principio de esta década es de un total de 12.174 personas y, en la mayoría de los ejercicios, el aumento registrado ha superado los 3.500 nuevos pacientes.
De todas formas, mientras la mayoría de las depresiones y problemas de ansiedad, el 80% de los casos son atendidos en Atención Primaria y reciben una respuesta médica adecuada aunque con las dificultades de unas consultas saturadas, en Especializada sigue siendo una asignatura pendiente.
Incluso cuando se trata de casos graves como puede ser un intento de suicidio, el paciente no es ingresado en la unidad de psiquiatría una vez superado el tratamiento médico de urgencia y vuelve otra vez con su familia ante la impotencia de la misma para hacerse cargo de una persona en mal estado psíquico y para la que no se da más orientación que la de vigilarlo de cerca y pedir ayuda al médico de familia.
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