El catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca, Mariano Fernández Enguita, apostó ayer por instaurar en el sistema educativo balear fórmulas que permitan una relación "más flexible" entre el trabajo y la escuela a partir de los 14 o los 16 años, ya que a su juicio, ayudaría a reducir los altos índices de abandono escolar, que rondan casi el 40 por ciento al finalizar la ESO en la Comunidad Autónoma, que se sitúa a la cabeza de todas las regiones españolas en este ranking.
Así lo manifestó hoy durante la ponencia que realizó bajo el lema ‘El abandono como desencuentro de las políticas educativas y las estrategias individuales’ en el marco del ‘Seminario Nacional sobre el Abandono Escolar primerizo: iniciativas, medidas y buenas prácticas’ que se celebra entre hoy y mañana organizado en el edificio Sa Riera de la Universidad de les Illes Balears.
Durante su intervención, el catedrático manifestó que el objetivo que han tenido todas las reformas educativas realizadas hasta ahora pasan por instaurar un sistema "igualitario" de educación que esté por encima de las diferencias de clase, de etnia y de género, aunque al respecto, apuntó que el grado de éxito ha sido desigual según el barómetro sobre el que se ha aplicado.
Así, Fernández recalcó que el mayor índice de éxito se dio a la hora de igualar las diferencias entre hombres y mujeres en el sistema educativo, mientras que en el caso de la equiparación de clases el resultado fue "desigual y mediocre", para ser "casuístico y desastroso" en el caso de la etnias. Sobre este punto, destacó que hay una "extrema desigualdad" de una minoría a otra, pero se observa "un gran fracaso en todas".
Para el catedrático, uno de los motivos más importantes que provocan el fracaso escolar es el hecho de pasar mucho tiempo en el aula, ya que actualmente se obliga a los jóvenes a estar más de diez años asistiendo a clase. "Para poder hacerlo sin abandonar, el joven tiene que estar bien y, además, tiene que creer que eso servirá para algo en un futuro", al tiempo que manifestó la necesidad de que el entorno escolar "sea acorde" con su medio social.
A juicio del experto, la actitud del alumno frente a la escuela también viene marcado por la clase social a la que pertenece, lo que deriva en varios ‘prototipos’ de alumno, como el que es de clase media y se cree el proyecto educativo, el que es de clase obrera y no cree en el proyecto y los modelos "incoherentes", como el del joven que tiene un origen humilde y trata de llegar a otro nivel más alto a través de los estudios, o los llamados "objetores", que son aquellos jóvenes que por diversos motivos no se encuentran a gusto en el aula y quieren abandonar los estudios para trabajar.
Según Fernández, también es concluyente la etnia a la que se pertenece, ya que según recalcó, el modelo educativo actual se contrapone "de manera frontal" con el modelo de vida y cultural que llevan ciertas etnias, como los gitanos. "Hay que comprender que la cultura de un grupo puede entrar en contraposición con la escuela" sostuvo.
Jerarquía en la escuela
"Hay una lógica en la escuela que incita al abandono" sostuvo Fernández, que señaló que la escuela se basa en dos jerarquías, una basada en el conocimiento y otra en la diferencia entre el niño y el adulto. "Cuando uno se ve disminuido en la escuela, huye a otra jerarquía, como por ejemplo en los hombres el machismo".
Así, según el catedrático, los jóvenes mallorquines, por ejemplo, pueden correr a refugiarse en el mercado de trabajo porque les permite situarse en una jerarquía que les facilita contar con dinero frente a los jóvenes de su edad que no lo tienen, lo que les sitúa en su mismo círculo con superioridad frente a los demás.
En este sentido, el catedrático señaló que los alumnos que hayan tenido un buen aprendizaje inicial son los que seguirán aprendiendo en la escuela, al tiempo que recalcó que la educación de los padres influye en el abandono escolar de los hijos "pero no en tanta medida como se cree" "La educación de los padres no es determinista, porque la institución educativa es potente" recalcó, al tiempo que subrayó que lo que cuenta no es el capital económico de la familia sino el capital cultural.
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