La soberbia consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. La soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Apetito desordenado de la propia persona que descansa sobre la hipertrofia de la propia excelencia.
Es fuente y origen de muchos males de la conducta y es, ante todo, una actitud que consiste en adorarse a sí mismo: sus notas más características son prepotencia, presunción, jactancia, vanagloria, situarse por encima de todos lo que le rodean. La inteligencia hace un juicio deformado de sí en positivo, que arrastra a sentirse el centro de todo, un entusiasmo que es idolatría personal.
La persona soberbia no acepta que se le lleve la contraria. No eschucha. No dialoga. Se cree en posesión de la verdad y no entiende que, demasiadas veces, las personas se equivocan sin quererlo y que la perfección no existe.
Muchas personas la padecen y, consecuencia de ello, no son objetivos con los demás.
Es un pecado capital que abunda en España del que muchos somos víctima y que no todos reconocemos.
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